En la transformación que el alma
tiene en esta vida, pasa la misma aspiración de Dios al alma y del alma a Dios
con mucha frecuencia, con subidísimo deleite de amor en el alma, aunque no en
revelado y manifiesto grado, como en la otra. Porque esto es lo que entiendo
quiso decir San Pablo cuando dijo: Por cuanto sois hijos de Dios, envió Dios en
vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, clamando al Padre. Lo cual en los beatificados
de la otra vida y en los perfectos de ésta es en las dichas maneras.
Y no hay que tener por imposible que
el alma pueda una cosa tan alta, que el alma aspire en Dios como Dios aspira en
ella por modo participado. Porque dado que Dios le haga merced de unirla en la Santísima
Trinidad, en que el alma se hace deiforme y Dios por participación, ¿qué increíble
cosa es que obre ella también sus obras de entendimiento, noticia y amor, o,
por mejor decir, la tenga obrada en la Trinidad juntamente con ella como la
misma Trinidad?
Y cómo esto sea, no hay más saber ni
poder para decirlo, sino dar a entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este
alto estado y nos mereció este subido puesto de poder ser hijos de Dios, como
dice San Juan, y así lo pidió el Padre diciendo: Padre, quiero que los que me
has dado, que donde yo estoy también ellos estén conmigo, para que vean la
claridad que me diste; es a saber, que hagan por participación en nosotros la
misma obra que yo por naturaleza, que es aspirar el Espíritu Santo. Y dice más:
No ruego, Padre, solamente por estos presentes, sino también por aquellos que
han de creer por su doctrina en mí; que todos ellos sean una misma cosa. Y yo
la claridad que me has dado he dado a ellos para que sean una misma cosa, como
nosotros somos una misma, yo en ellos y tú en mí, porque sean perfectos en uno;
porque conozca el mundo que tú me enviaste, y los amaste como me amaste a mí,
que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al
Hijo, sino, como habernos dicho, por unidad y transformación de amor. Como
tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre, que sean por unión de
amor, como el Padre y el Hijo están en unidad de amor
De donde las almas esos mismos bienes
poseen por participación que él por naturaleza; por lo cual verdaderamente son
dioses por participación, iguales y compañeros suyos de Dios. De donde San
Pedro dijo: Gracia y paz sea cumplida y perfecta en vosotros en el conocimiento
de Dios y de Jesucristo nuestro Señor, de la manera que nos son dadas todas las
cosas de su divina virtud para la vida y la piedad, por el conocimiento de
aquel nos llamó con su propia gloria y virtud, por el cual muy grandes y
preciosas promesas nos dio, para que por estas cosas seamos hechos compañeros
de la divina naturaleza. Hasta aquí son palabras de San Pedro, en las cuales
claramente a entender que el alma participará al mismo Dios, que será obrando
en Èl, acompañadamente con Èl, la obra de la Santísima Trinidad, de la manera
que habremos dicho, por causa de la unión sustancial entre el alma y Dios. Lo
cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta, cuando
se llega al estado perfecto, como decimos ha llegado aquí el alma, se alcanza
gran rastro y sabor de ella.
¡Oh, almas criadas para estas
grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¡en qué os entretenéis? ¡Oh
miserable ceguera de los ojos de vuestra alma; pues para tanta luz estáis
ciegos, y para tan grandes voces sordos!