sábado, 25 de junio de 2016

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE


Cuán grande es la benignidad del Señor, cuán abundante la riqueza de su condescendencia y de bondad para con nosotros, pues ha querido que, cuando nos pongamos en su presencia para orar, lo llamemos con el nombre de Padre y seamos nosotros llamados hijos de Dios, a imitación de Cristo, su Hijo; ninguno de nosotros se hubiera nunca atrevido a pronunciar este nombre en la oración, si él no nos lo hubiese permitido. Por tanto, hermanos muy amados, debemos recordar y saber que, pues llamamos Padre a Dios, tenemos que obrar como suyos, a fin de que él se complazca en nosotros, como nosotros nos complacemos de tenerlo por Padre.



Sea nuestra conducta cual conviene a nuestra condición de templos de Dios, para que se vea de verdad que Dios habita en nosotros. Que nuestras acciones no desdigan del Espíritu: hemos comenzado a ser espirituales y celestiales, ya que el mismo Señor Dios ha dicho: Yo honro a los que me honran, y serán humillados los que me desprecian. Asimismo, el Apóstol dice en una de sus cartas: No os pertenecéis a vosotros mismos; habéis sido comprados a precio; en verdad glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo.



A continuación, añadimos: Santificado sea tu nombre, no en el sentido de que Dios pueda ser santificado por nuestras oraciones, sino en el sentido de que pedimos a Dios que su nombre sea santificado en nosotros. Por lo demás ¿por quién podría Dios ser santificado, si es él mismo quien santifica? Mas, como sea que él ha dicho: Sed Santos, porque yo soy santo, por esto pedimos y rogamos que nosotros, que fuimos santificados en el bautismo, perseveremos en esta santificación inicial. Y esto lo pedimos cada día. Necesitamos, en efecto, de esta santificación cotidiana, ya que todos los días delinquimos, y por esto necesitamos ser purificados mediante esta continua y renovada santificación.



El Apóstol nos enseña en qué consiste esta santificación cuando Dios se digna concedernos, cuando dice: Ni los impuros, ni los idólatra, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los rapaces poseerán el reino de Dios. Y en verdad que eso erais algunos; pero fuisteis lavados, fuisteis santificados, fuisteis justificados en el nombre de Jesucristo, el Señor, por el Espíritu de nuestro Dios. Afirma que hemos sido santificados en el nombre de Jesucristo, el Señor, por el Espíritu de nuestro Dios. Lo que pedimos, pues, es que permanezca en nosotros esta santificación y – acordándonos de que nuestro juez y Señor conminó a aquel hombre que él había curado y vivificado a que no volviera a pecar más, no fuera que le sucediese algo peor – no dejamos de pedir a Dios, de día y de noche, que la santificación y vivificación que nos viene de su gracia sea conservada en nosotros con ayuda de esta misma gracia.

NUESTRA ORACION ES PUBLICA Y COMUN


Ante todo, el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: Padre mío, que estás en el cielo, ni: Dame hoy mi pan de cada día, ni pedimos el perdón de la ofensa sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.



El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en una persona. Aquellos tres jóvenes en el horno del fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la Sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces – dice – los tres, a una sola voz, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios. Oraban los tres a una sola voz, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.



Por eso fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los Apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos – dice la Escritura – perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a los qué oran unidos en un mismo espíritu.



¡Cuán importantes, cuántos y cuan grandes son, hermanos muy amados, los misterios que encierra la oración del Señor, tan breve en palabras y tan rica en eficiencia espiritual! Ella, a manera de compendio, nos ofrece una enseñanza completa de todo lo que hemos de pedir en nuestras oraciones. Vuestra oración – dice el Señor – ha de ser así: Padre nuestro, que estás en el cielo.



El hombre nuevo, nacido de nuevo y restituido a Dios por su gracia, dice en primer lugar: Padre, porque ya ha empezado a ser hijo. La Palabra vino a los suyos – dice el Evangelio – y los suyos no la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Por esto, el que ha creído en su nombre y ha llegado a ser hijo de Dios debe comenzar por hacer profesión, lleno de gratitud, de su condición de hijo de Dios, llamando Padre suyo al Dios que está en el cielo.


miércoles, 22 de junio de 2016

DEL POETA URUGUAYO: MARIO BENEDETTI


Del poeta uruguayo: Mario Benedetti

Que tengas un gran día… a menos que tengas otros planes.

Esta mañana desperté emocionado con todas las cosas que tengo que hacer antes que el reloj sonara.

Tengo responsabilidades que cumplir hoy. Soy importante. Mi trabajo es escoger qué clase de día voy a tener.

Hoy puedo quejarme porque el día está lluvioso.... o puedo dar gracias porque las plantas están siendo regadas.

Hoy me puedo sentir triste porque no tengo más dinero.... o puedo estar contento porque mis finanzas me empujan a planear mis compras con inteligencia.

Hoy puedo quejarme de mi salud.... o puedo regocijarme de que estoy vivo.

Hoy puedo lamentarme de todo lo que mis padres no me dieron mientras estaba creciendo... o puedo sentirme agradecido de que me permitieran haber nacido.

Hoy puedo llorar porque las rosas tienen espinas... o puedo celebrar que las espinas tienen rosas.

Hoy puedo auto compadecerme por no tener muchos amigos... o puedo emocionarme y embarcarme en la aventura de descubrir nuevas relaciones.

Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a trabajar... o puedo gritar de alegría porque tengo un trabajo.

Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a la escuela... o puedo abrir mi mente enérgicamente y llenarla con nuevos y ricos conocimientos.

Hoy puedo murmurar amargamente porque tengo que hacer las labores del hogar... o puedo sentirme honrado porque tengo un techo para mi mente y cuerpo.

Hoy el día se presenta ante mi esperando a que yo le de forma y aquí estoy, soy el escultor.

Lo que suceda hoy depende de mí. Yo debo escoger qué tipo de día voy a tener.

Que tengas un gran día… a menos que tengas otros planes...


jueves, 16 de junio de 2016

HIMNO V


Mármol con sangre, tu frente;

lirios con sangre, tus manos;

tus ojos, soles con muerte;

luna con muerte, tus labios.



Así quiero verte, Cristo,

sangriento jardín de nardos;

así, con tus cinco llagas,

cielo roto y estrellado.



Rojo y blanco, blanco y rojo,

te vio la niña del cántico;

bien merecido lo tienes,

por santo y enamorado.



Abismo reclama abismo:

¿o no lo sabías acaso?

el amor llama a la muerte;

muerte y amor son hermanos.



Amor quema, amor hiende

carne y alma, pecho y labio.

Amor, espada de fuego;

amor, cauterio y taladro.



Así quiero verte, Cristo,

con sangre, lirios y mármol;

soles y lunas con muerte

en tus ojos y en tus labios. Amén.

jueves, 2 de junio de 2016

HIMNO IV


HIMNO



Por el dolor creyente que brota del pecado,

por no haberte querido de todo corazón,

por haberte, Dios mío, tantas veces negado,

con súplicas te pido, de rodillas, perdón.



Por haberte perdido, por no haberte encontrado,

porque es como un desierto nevado mi oración;

porque es como una hiedra sobre el árbol cortado

el recuerdo que brota cargado de ilusión,

porque es como hiedra, déjame que te abrace,

primero amargamente, lleno de flor después,

y que, a ti, viejo tronco, poco a poco me enlace,

y que mi vieja sombra se derrame a tus pies. Amén.

HIMNO III


HIMNO



Estáte, Señor, conmigo

siempre, sin jamás partirte,

y cuando decidas irte,

llévame, Señor, contigo;

porque el pensar que te irás

me causa un terrible miedo

de si yo sin ti me quedo,

de si tú sin mí te vas.



Llévame en tu compañía

donde tú vayas, Jesús,

porque bien sé que eres tú

la vida del alma mía;

si tú vida no me das

yo sé que vivir no puedo,

ni si yo sin ti me quedo,

ni si tú sin mí te vas.



Por eso, más que a la muerte

temo, Señor, tu partida,

y quiero perder la vida

mil veces más que perderte;

pues la inmortal que tú das,

sé que alcanzarla no puedo,

cuando yo sin ti me quedo,

cuando tú sin mí te vas.  Amén

HIMNO II


HIMNO



Vengo, Señor, cansado,

¡cuánta fatiga

van cargando mis hombros

al fin del día!

Dame tu fuerza

y una caricia tuya

para mis penas.



Salí por la mañana

entre los hombres,

¡y encontré tantos ricos

que estaban pobres!

La tierra llora,

porque sin ti la vida

es poca cosa.



¡Tantos hombres maltrechos,

sin ilusiones!;

en ti buscan asilo

sus manos torpes.

Tu amor amigo,

todo tu santo fuego,

para su frío.



Yo roturé la tierra

y puse trigo;

tú diste el crecimiento

para tus hijos.

Así, en la tarde,

con el cansancio a cuestas,

te alabo, Padre.



Quiero todos los días

salir contigo,

y volver a la tarde

siendo tu amigo.

Volver a casa

y extenderte las manos

dándote gracias. Amén.

HIMNO




Nos dijeron de noche

que estabas muerto,

y la fe estuvo en vela

junto a tu cuerpo;

la noche entera,

la pasamos queriendo

mover la piedra.



Con la vuelta del sol,

volverá a ver la tierra

la gloria del Señor.



No supieron contarlo

los centinelas,

nadie supo la hora

ni la manera;

antes del día,

se cubrieron de gloria

tus cinco heridas.



Con la vuelta del sol,

volverá a ver la tierra

la gloria del Señor.



Si los cinco sentidos

buscan el sueño,

que la fe tenga el suyo

vivo y despierto;

la fe velando,

para verte de noche

resucitando.



Con la vuelta del sol,

volverá a ver la tierra

la gloria del Señor.

SAN AGUSTIN, OBISPO


HASTA VER A CRISTO FORMADO EN VOSOTROS



Dice el Apóstol: Sed como yo, que, siendo judío de nacimiento, mi criterio espiritual me hace tener en nada las prescripciones materiales de la ley. Ya que soy como vosotros, es decir, un hombre. A continuación, de un modo discreto y delicado, les recuerda su afecto, para que no lo tengan por enemigo. Les dice en efecto: En nada me habéis ofendido, como si dijera: <<No penséis que mi intención sea ofenderos.>>



En este sentido les dice también: ¡Hijos míos!, para que lo imiten como a padre. Por quienes sufro de nuevo dolores de parto – continúa -, hasta ver a Cristo formado en vosotros. Esto lo dice más bien en persona de la madre Iglesia, ya que en otro lugar afirma: Nos mostramos amables con vosotros, como una madre que cuida con cariño de sus hijos.



Cristo es formado, por la fe, en el hombre interior del creyente, el cual es llamado a la libertad de la gracia, es manso y humilde de corazón, y no se jacta del mérito de sus obras, que es nulo, sino que reconoce que la gracia es el principio de sus pobres méritos; a éste puede Cristo llamar su humilde hermano, lo que equivale a identificarlo consigo mismo, ya que dice: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Cristo es formado en aquel que recibe la forma de Cristo, y recibe la forma de Cristo el que vive unido a él con un amor espiritual.



El resultado de este amor es la imitación perfecta de Cristo, en la medida en que esto es posible. Quien dice que está siempre en Cristo – dice San Juan – debe andar de continuo como él anduvo.



Mas como sea que los hombres son concebidos por la madre para ser formados, y luego, una vez ya formados, se les da a luz y nacen, puede sorprendernos la afirmación precedente: Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros. A no ser que entendamos este sufrir de nuevo dolores de parto en el sentido de las angustias que le causó al Apóstol su solicitud en darlos a luz para que nacieran en Cristo; y ahora de nuevo los da a luz dolorosamente por los peligros del engaño en que los ve envueltos. Esta preocupación que le producen tales cuidados, acerca de ellos, y que él compara a los dolores de parto, se prolongará hasta que lleguen a la medida de Cristo en su plenitud, para que ya no sean llevados por todo viento de doctrina.



Por consiguiente, cuando dice: Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros, no se refiere al inicio de su fe, por el cual ya habían nacido, sino al robustecimiento y perfeccionamiento de la misma. En este mismo sentido habla en otro lugar, con palabras distintas, de este parto doloroso, cuando dice: La responsabilidad que pesa sobre mí diariamente, mi preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién sufre angustias sin que yo lo comparta? ¿Quién es impugnado por el enemigo sin que esté yo en ascuas?


SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS, TRIBULACIONES DE PABLO


Hermanos: Continuando ahora nuestra colaboración con Dios, os exhortamos a que deis pruebas de no haber recibido en vano su gracia, pues dice él en la Escritura: En el tiempo propicio te escuché, y te ayudé en el día de Salvación. Ahora es el tiempo propicio, ahora es el tiempo de la salvación.



A nadie queremos dar nunca motivo de escándalo, a fin de no hacer caer en el descrédito nuestro misterio, antes al contrario, queremos acreditarnos siempre en todo como verdaderos servidores de Dios: por nuestra mucha constancia en las tribulaciones, necesidades y angustias; en los azotes, prisiones y tumultos; en las fatigas, desvelos y ayunos; con pureza de alma, sabiduría y paciencia; con bondad en el Espíritu Santo y caridad sincera; con la palabra de verdad y con el poder de Dios; con las armas ofensivas y defensivas de la justificación; en medio de honores o de deshonras; con buena o mala reputación; ya sea que nos tengan por impostores, siendo veraces; o por gente desconocida, siendo como somos de sobra conocidos; o como hombres a punto de morir, y he aquí que estamos bien vivos; o como indeseables condenados al castigo, cuando es verdad que escapamos a la muerte; o como gente triste, aunque estemos siempre alegres; por mendigos, aun cuando enriquecemos a muchos; o por gente que nada tiene, cuando en realidad todo lo poseemos.



¡Corintios!, os hablamos con toda sinceridad. Nuestro corazón está abierto de par en par y se dilata de amor por vosotros. Hay mucho sitio en él para vosotros, mientras en el vuestro no hay lugar para nosotros. ¡Pagadnos con la misma moneda – como a hijos que sois les hablo - , dilatad también vuestro corazón!

No viváis uncidos en yunta desigual con los infieles. ¿Qué tiene que ver la justificación con la impiedad? ¿Qué hay de común entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y Belial? ¿Qué parte tiene el fiel con el infiel? ¿Cómo podrías asociar a los ídolos con el templo de Dios? Y mirad, nosotros somos templo de Dios vivo, como dijo Dios: >>Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo mismo, salid de entre ellos y apartaos. No toquéis cosa inmunda y yo os acogeré, y seré vuestro Padre y vosotros seréis mis hijos e hijas. Lo dice el Señor omnipotente.>>



Así pues, hermanos, estando en posesión de estas promesas, purifiquémonos de toda mancha de cuerpo y espíritu, y vayamos realizando el ideal de la santidad en el temor de Dios.