HASTA VER A CRISTO FORMADO EN VOSOTROS
Dice el Apóstol: Sed como yo, que, siendo judío de
nacimiento, mi criterio espiritual me hace tener en nada las prescripciones
materiales de la ley. Ya que soy como vosotros, es decir, un hombre. A
continuación, de un modo discreto y delicado, les recuerda su afecto, para que
no lo tengan por enemigo. Les dice en efecto: En nada me habéis ofendido, como
si dijera: <<No penséis que mi intención sea ofenderos.>>
En este sentido les dice también: ¡Hijos míos!, para
que lo imiten como a padre. Por quienes sufro de nuevo dolores de parto –
continúa -, hasta ver a Cristo formado en vosotros. Esto lo dice más bien en
persona de la madre Iglesia, ya que en otro lugar afirma: Nos mostramos amables
con vosotros, como una madre que cuida con cariño de sus hijos.
Cristo es formado, por la fe, en el hombre interior
del creyente, el cual es llamado a la libertad de la gracia, es manso y humilde
de corazón, y no se jacta del mérito de sus obras, que es nulo, sino que
reconoce que la gracia es el principio de sus pobres méritos; a éste puede
Cristo llamar su humilde hermano, lo que equivale a identificarlo consigo
mismo, ya que dice: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes
hermanos, conmigo lo hicisteis. Cristo es formado en aquel que recibe la forma
de Cristo, y recibe la forma de Cristo el que vive unido a él con un amor
espiritual.
El resultado de este amor es la imitación perfecta de
Cristo, en la medida en que esto es posible. Quien dice que está siempre en
Cristo – dice San Juan – debe andar de continuo como él anduvo.
Mas como sea que los hombres son concebidos por la
madre para ser formados, y luego, una vez ya formados, se les da a luz y nacen,
puede sorprendernos la afirmación precedente: Por quienes sufro de nuevo
dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros. A no ser que
entendamos este sufrir de nuevo dolores de parto en el sentido de las angustias
que le causó al Apóstol su solicitud en darlos a luz para que nacieran en
Cristo; y ahora de nuevo los da a luz dolorosamente por los peligros del engaño
en que los ve envueltos. Esta preocupación que le producen tales cuidados,
acerca de ellos, y que él compara a los dolores de parto, se prolongará hasta
que lleguen a la medida de Cristo en su plenitud, para que ya no sean llevados
por todo viento de doctrina.
Por consiguiente, cuando dice: Por quienes sufro de
nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros, no se refiere
al inicio de su fe, por el cual ya habían nacido, sino al robustecimiento y
perfeccionamiento de la misma. En este mismo sentido habla en otro lugar, con
palabras distintas, de este parto doloroso, cuando dice: La responsabilidad que
pesa sobre mí diariamente, mi preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién sufre
angustias sin que yo lo comparta? ¿Quién es impugnado por el enemigo sin que
esté yo en ascuas?
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