Henry van Dike habla de la muerte así: Estoy parado a la orilla del mar. Un bote de vela que está allí cerca despliega sus blancas velas y se aleja hacia el mar azul, empujado por la brisa mañanera. El bote es objeto de belleza y fortaleza y yo, desde donde estoy parado, veo que se aleja y se convierte en un punto en el horizonte, allí donde se juntan el cielo y el mar. En eso, alguien que está parado a mi lado, dice: "¡Allá va! ¡Desapareció¡".
Desapareció, pero ¿a dónde se fue? Desapareció de mi vista; eso es todo. El bote sigue tan majestuoso y su mástil tan alto como cuando estaba a mi lado. Y sigue siendo capaz de transportar a todos sus tripulantes hasta llegar a su destino. La pequeñez de su tamaño está en mi, no en él. Y en el preciso momento que alguien a mi lado dice: "Allá va", hay otros ojos que lo ven venir y con alegría dicen "Ahí viene"
¿Qué explicación le damos a esta parábola de van Dike?
¿Has notado alguna vez
que todo mundo quiere ir al cielo,
pero nadie quiere morir?
Anónimo
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