domingo, 23 de junio de 2013

GILLETTE, WYOMING

En 1909 el padre Francis Keller hizo un largo viaje a Gillette, Wyoming. Había enviado una carta a los residentes católicos diciéndoles que celebraría la misa del domingo con ellos. Muchos de los habitantes no habían visto a un sacerdote desde hacía años.
 
Después de la misa un hombre le dijo al padre Keller: "Su tren no sale hasta muy de noche, ¿por qué no vamos a las montañas después de que termine con sus visitas? Las montañas son muy lindas en esta época del año".
 
Más tarde los dos hombres cabalgaron por las montañas. Después de una hora de camino divisaron a una mujer que los estaba llamando con los brazos en alto. Cuando se acercaron y la mujer vio que uno de ellos era sacerdote, le cambió la expresión a una de alivio. Ella le dijo: "Padre, mi hermano se está muriendo":
 
Su hermano estaba dentro de una carpa. Tendría unos treinta y cinco años y se encontraba muy delgado. El padre Keller escuchó la confesión del enfermo y lo ungió. En esos tiempos todos los sacerdotes en el Oeste Americano llevaban una cápsula pequeña los santos óleos en caso de cualquier emergencia. Apenas el sacerdote había terminado, el joven cerró los ojos y expiró en medio de una profunda paz.
 
La mujer le dijo al padre Keller: "Nadie me dijo que usted estaba en Gillette hoy. Pero mi hermano rezó toda su vida porque hubiese un sacerdote a su lado en el momento de su muerte. Esta mañana rezamos por última vez para alcanzar esta gracia".
 
Esta increible historia nos trae a la mente las palabras del poeta Alfred Lord Tennyson: "Más cosas de lo que se piensa se han conseguido por medio de la oración".
 
 

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