Al final del gran drama de la
crucifixión todos los ojos están fijos en Jesús.
Nada importa sino ese
increíble individuo suspendido entre el cielo y la tierra.
Dos mil años más tarde todos los ojos
siguen fijos en ese hombre en la cruz.
Un sobreviviente del holocausto nazi
resumió el sentir de millones de personas cuando dijo:
“Al mirar al hombre que está en la cruz…
Me di cuenta de que tenía que decidir de una vez por todas: o tomaba una
actitud de fidelidad a él y compartía su inexpugnable fe en Dios… o caía… en un
hoyo sin fondo lleno de amargura, odio y la más completa desesperación”.
Una estudiante universitaria que estaba
volando de regreso a su casa en Rhode Island para pasar la Semana Santa se
sentía muy alterada.
Veía que el año de estudios ya iba a
terminar y había sacado muy malas notas. Cuando llego a casa agarró su automóvil
y manejó hasta la playa.
Ella escribió: “Me senté allí, bajo la
luz de la luna, a ver las olas acercarse a la orilla. Casi sin darme cuenta
empecé a pensar en mi año de estudios… En eso, todas mis experiencias de ese
año pasaron, como en una película, frente a mí… Cuando me di cuenta ya era por
la mañana y el sol había empezado a asomarse en el horizonte…
Todas mis metas y entusiasmo regresaron
de golpe, más fuertes que nunca.
Me levanté con el sol, subí al auto y
regresé a casa”. Después de las vacaciones el joven regreso a la universidad,
se puso a estudiar y terminó el año con mucho éxito.
En ese corto período de sus vacaciones
de Semana Santa, ella murió y resucitó a una nueva vida.
Brian dirigió la palabra a los asistentes a una
convención de atletas:
“Mis amigos… le pido a Dios que lo que me pasó a mí
nunca le pase a ninguno de ustedes… Le pido a Dios que ustedes nunca tengan que
sufrir el dolor con el que vivo a diario…
A menos, queridos amigos, que eso sea lo que ustedes
necesitan para colocar a Dios en el centro de sus Vidas
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