El cuerpo de Jesús, clavado en la cruz,
tiene un triple mensaje para aquellos que ven y escuchan con fe.
Primero, es una señal del amor de Jesús
por nosotros que nos dice de la manera más elocuente posible lo que Jesús dijo
tantas veces durante su vida: “Nadie tiene amor más grande que el que da la
vida por los amigos”.
Segundo, es una invitación para amar a
los demás como Jesús les dijo a sus discípulos tantas veces: “Que se amen unos
a otros como yo los he amado”.
Tercero, es una revelación que nos dice
en el lenguaje más claro posible lo que Jesús les decía con frecuencia a sus
discípulos, que el amor está sujeto al dolor: “el que quiera seguirme… cargue
con su cruz cada día”
La
Resurrección de Jesús nos invita a abrir nuestros corazones a la presencia de
Jesús resucitado en el mundo de hoy.
Nos
invita a amar nuevamente, incluso después de que nuestro amor fuera rechazado y
se nos haya provocado a odiar.
Nos
invita a tener esperanzas nuevamente luego de que nuestras ilusiones fueran
rotas y estuviésemos al borde de la desesperación.
Nos
invita a creer nuevamente, luego de que nuestra confianza fuera sacudida y
estuviésemos llenos de dudas.
Nos
invita a recoger los deshechos y a empezar de nuevo, luego de que el desaliento
nos haya aplastado y nos haya provocado a dejar todo.
La
Resurrección es la Buena Nueva de que Jesús está vivo y activo en nuestro
mundo, preparado para realizar milagros en nuestras vidas… si sólo se lo
permitiéramos.
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