martes, 29 de marzo de 2016

MELITON DE SALES, OBISPO SOBRE LA PASCUA



Entendedlo, queridos hermanos: el misterio pascual es algo a la vez nuevo y antiguo, eterno y temporal, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.

Antiguo según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada; temporal en la figura, eterno en la gracia; corruptible en cuanto a la inmolación del cordero, incorruptible en la vida del Señor; mortal por su sepultura bajo tierra, inmortal por su resurrección de entre los muertos.

La ley, en efecto, es antigua, pero la Palabra es nueva; la figura es temporal, la gracia es eterna; el cordero es corruptible, pero incorruptible es el Señor, que fue inmolado como un cordero y resucitó como Dios.

Dice la Escritura: Era como cordero llevado al matadero, y sin embargo no era ningún cordero; era como oveja muda, y sin embargo no era ninguna oveja. La figura ha pasado y ha llegado la realidad: en lugar del cordero está Dios, y en lugar de la oveja está un hombre, y en este hombre está Cristo, que lo abarca todo.

Por tanto, la inmolación del cordero, la celebración de la Pascua y el texto de la ley tenían como objetivo final a Cristo Jesús, pues todo cuanto acontecía en la antigua ley se realizaba en vistas a él, y mucho más en la nueva ley.

La ley, en efecto, se ha convertido en Palabra, y de antigua se ha convertido en nueva (y una y otra han salido de Sión y de Jerusalén); el precepto se ha convertido en gracia, la figura en realidad, el cordero en el Hijo, la oveja en un hombre y este hombre en Dios.
El Señor, siendo Dios, se revistió de naturaleza humana, sufrió por nosotros, que estábamos sujetos al dolor, fue atado por nosotros, que éramos culpables, fue condenado por nosotros que éramos culpables, fue sepultado por nosotros, que estábamos bajo el poder del sepulcro, resucitó de entre los muertos y clamó con vox potente: ¿Quién me condenará? Que se me acerque. Yo he librado a los que estaban muertos, he resucitado a los que estaban en el sepulcro. ¿Quién pleiteará contra mí? Yo soy Cristo – dice - , el que ha destruido la muerte, el que he triunfado del enemigo, el que he pisoteado el infierno, el que he atado al fuerte y arrebatado al hombre hasta lo más alto de los cielos: yo, que soy el mismo Cristo.

Venid, pues, los hombres de todas las naciones, que os habéis hecho iguales en el pecado, y recibid el perdón de los pecados. Yo soy vuestro perdón, yo la Pascua de salvación, yo el cordero inmolado por vosotros, yo vuestra purificación, yo vuestra vida, yo vuestra resurrección, yo vuestra luz, yo vuestra salvación, yo vuestro rey. Yo soy quien os hago subir hasta lo alto de los cielos, yo soy quien os resucitaré y os mostraré el Padre que está en los cielos, yo soy quien os resucitaré con el poder de mi diestra.

domingo, 27 de marzo de 2016

RESURRECCION DE CRISTO



"....Y amaneció aquel sábado lleno de tristeza, dolor, con mil preguntas, preguntas en el aire y ninguna con respuesta, sólo había un profundo silencio y una sensación de vacío y abandono. Jesús había muerto el viernes y no se podía hacer nada....
¿Alguna vez te has sentido así?
De esas veces que tu corazón no encuentra respuesta, de esas veces que has rogado y llorado a Dios una respuesta de qué hacer con un hijo en particular, de cómo resolver ese problema en tu familia o has sentido el tremendo vacío lleno de desesperanza ante un diagnóstico donde todo esta perdido y por más que lloras es como si Dios no escuchara?? Asi creo que debió ser ese sábado. ...
Pero para fortuna de todos, ese dia de aplastante silencio y en apariencia un sábado sin vida. ...
DIOS ESTABA PREPARANDO LA RESPUESTA PERFECTA LLENA DE AMOR, CONSUELO, DIRECCIÓN, EMOCIÓN Y ESPERANZA. !!!!!
Así que NO IMPORTA lo que veas, lo que escuches, incluso lo que sientas, para todos esos sábados en tu vida alejados de toda esperanza, SIEMPRE SEGUIRÁ UN DOMINGO DE RESURRECCIÓN, UN DOMINGO DE GLORIA, UN DOMINGO DE TRIUNFO Y RESPUESTAS! !!!!
Vive tranquilo y seguro que NADA ES LO QUE PARECE porque no hay una sola lágrima tuya que no ha sido recogida ni ninguna herida que no vaya a ser curada por DIOS porque CADA SÁBADO TIENE SU DOMINGO..❤❤❤
Felices Pascuas de Resurrección!!!!!!

martes, 22 de marzo de 2016

VISITANDO A JESÚS, TODOS LOS DIAS


SAN AGUSTIN, OBISPO. GLORIEMOS EN LA CRUZ DEL SEÑOR



GLORIEMOS TAMBIEN NOSOTROS EN LA CRUZ DEL SEÑOR

La pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es origen de nuestra esperanza en la gloria y nos enseña a sufrir. En efecto, ¿qué hay que no puedan esperar de la bondad divina los corazones de los fieles, si por ellos el Hijo único de Dios, eterno como el Padre, tuvo en poco el hacerse hombre, naciendo de linaje humano, y quiso además morir de manos de los hombres, que él había creado?

Mucho es lo que Dios nos promete; pero es mucho más lo que recordamos que ha hecho ya por nosotros. ¿Dónde estábamos o qué éramos cuando Cristo murió por nosotros, pecadores? ¿Quién dudará que el Señor ha de dar vida a sus santos, así que les dio su misma muerte? ¿Por qué vacila la fragilidad humana en creer que los hombres vivirán con Dios en el futuro?

Mucho más increíble es lo que ha sido ya realizado: que Dios ha muerto por los hombres.

¿Quién es, en efecto, Cristo, sino aquella Palabra que existía al comienzo de las cosas, que estaba con Dios y que era Dios? Esta Palabra de Dios se hizo carne y puso su morada entre nosotros. Es que, si no hubiese tomado de nosotros carne mortal, no hubiera podido morir por nosotros. De este modo el que era inmortal pudo morir de este modo quiso darnos la vida a nosotros, los mortales; y ello para hacernos partícipes de su ser, después de haberse hecho él partícipe del nuestro. Pues, del mismo modo que no había en nosotros principio de vida, así no había en él principio de muerte. Admirable intercambio, pues, el que realizó con esta recíproca participación: de nosotros asumió la mortalidad de él recibimos la vida.

Por tanto, no sólo no debemos avergonzarnos de la muerte del Señor, nuestro Dios, sino, al contrario, debemos poner en ella toda nuestra confianza y toda nuestra gloria, ya que al tomar de nosotros la mortalidad, cual la encontró en nosotros, nos ofreció la máxima garantía de que nos daría la vida, que no podemos tener por nosotros mismos. Pues quien tanto nos amó, hasta el grado de sufrir el castigo qué merecían nuestros pecados, siendo él mismo inocente. ¿cómo va ahora a negarnos, él, que nos ha justificado, lo que con esa justificación nos ha merecido? ¿Cómo no va a dar el que es veraz en sus promesas el premio a sus santos, él, que, sin culpa alguna, soportó el castigo de los pecadores?

Así pues, hermanos, reconozcamos animosamente, mejor aún, proclamemos que Cristo fue crucificado por nosotros; digámoslo no con temor sino con gozo, no con vergüenza sino con orgullo.

El Apóstol San Pablo se dio cuenta de este título de gloria y lo hizo prevalecer. Él, que podía mencionar muchas cosas grandes y divinas de Cristo, no dijo que se gloriaba en estas grandezas de Cristo -por ejemplo, en que es Dios junto al Padre, en que creó el mundo, en que, incluso siendo hombre como nosotros, manifestó su dominio sobre el mundo-, sino: En cuanto a mí -dice-, líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

SAN GREGORIO, OBISPO, PARTICIPEMOS EN LA PASCUA



PARTICIPEMOS PLENAMENTE EN LA PASCUA
                   
Es verdad que ahora celebraremos la Pascua todavía sacramentalmente; sin embargo, lo haremos ya con un conocimiento más claro que en la antigua ley (ya que la Pascua ley antigua era -no tengo reparo en decirlo- una figura más oscura que lo que representaba), y de aquí a poco celebraremos de un modo más puro y perfecto, a saber, cuando aquel que es la Palabra beba con nosotros el vino nuevo en el reino de su Padre, dándonos la plena y clara inteligencia de lo que aquí nos enseñó de un modo más restringido. Decimos “nuevo”, pues siempre resulta nuevo lo que se llega a comprender de una manera diferente.

Y ¿en qué consiste esa bebida y esa manera nueva de percibir? Eso es lo que toca a él enseñar a sus discípulos, y a nosotros aprenderlo. Y la doctrina de aquel que alimenta es también alimento.

Celebremos, pues, ahora también nosotros lo mismo que celebraba la ley antigua, pero no en un sentido literal, sino evangélico; de una manera perfecta, no imperfecta; de un modo eterno, no temporal. Sea nuestra capital no la Jerusalén terrena, sino la metrópoli celestial; quiero decir, no ésta que es ahora hollada por los ejércitos, sino la que es ensalzada por las alabanzas y encomios angélicos a Dios en el altar del cielo, junto con los coros celestiales. Atravesemos el primer velo, no nos detengamos ante el segundo, contemplemos de lleno el santuario.

Y diré más todavía, inmolémonos nosotros mismos a Dios, inmolemos cada día nuestra persona y toda nuestra actividad, imitemos la pasión de Cristo con nuestros propios padecimientos, honremos su sangre con nuestra propia sangre, subamos con denuedo a la Cruz.

Si quieres imitar a Simón de Cirene, toma la Cruz y sigue la al Señor.

Si quieres imitar al buen ladrón crucificado con él, reconoce honradamente su divinidad; y así como entonces Cristo fue contado entre los malhechores, por ti y por tus pecados, así tú ahora, por él, serás contado entre los justos. Adora al que por amor a ti pende de la cruz y, crucificándote tú también, procura recibir algún provecho de tu misma culpa; compra la salvación con la muerte; entra con Jesús en el paraíso, para que comprendas de que bienes te habías privado. Contempla todas aquellas bellezas; deja fuera, muerto, lo que hay en ti murmurador y blasfemo.

Si quieres imitar a José de Arimatea, pide el cuerpo a aquel que lo mandó crucificar; haz tuya la víctima expiatoria del mundo.

Si quieres imitar a Nicodemo, el que fue a Jesús de noche, unge a Jesús con aromas, como lo ungió él para honrarlo en su sepultura.

Si quieres imitar a María, a la otra María, a Salomé y a Juan, ve de madrugada a llorar junto al sepulcro y haz de manera que, quitada la piedra del monumento, puedas ver a los ángeles y aun al mismo Jesús.

HECHOS DE LOS APOSTOLES, VIDA COTIDIANA A IMITACION DE CRISTO



VIDA COTIDIANA A IMITACION DE CRISTO

Hermanos, Permanezca bien arraigada la caridad fraterna. No os olvidéis de la hospitalidad; gracia a ella, algunos sin saberlo, hospedaron a ángeles. Acordaos de los presos como si estuvieseis en la cárcel con ellos, y de los que son maltratados, pensando que también vosotros vivís en un cuerpo. Tened todos en gran honor el matrimonio, y que el lecho conyugal sea si mancilla; Dios juzgará a los fornicarios y adúlteros. No haya avaricia en vuestras costumbres; contentaos con lo que tenéis, pues él ha dicho: “Jamás te dejaré, ni te abandonaré”. Así que con toda confianza podemos decir: “El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre?

Acordaos de aquellos superiores vuestros que os expusieron la palabra de Dios: reflexionando sobre el desenlace de su vida, imitad su fe. Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre. No os dejéis extraviar por doctrinas llamativas y extrañas. Es mejor ir fortaleciendo el corazón con la gracia que con los alimentos, de los que ningún provecho sacaron quienes a ellos se atuvieron. Nosotros tenemos un altar del que no tienen derecho a comer los que sirven en el tabernáculo. Los cuerpos de los animales, cuya sangre es introducida en el Santo de los Santos por el sumo sacerdote como sacrificio por el pecado, son quemados fuera del campamento. Así también Jesús, para santificar con su propia sangre al pueblo, padeció la muerte fuera de la ciudad. Salgamos. pues, hacia él fuera del campamento, cargando con su oprobio. Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos buscando la futura. Por medio de él ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el tributo de los labios que van bendiciendo su nombre.

No os olvidéis de la beneficencia y de la mutua asistencia; Dios se complace en tales sacrificios. Obedeced a vuestros superiores y vivid sometidos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta de las mismas. Haced de modo que cumplan con alegría y sin lamentaciones. De otro modo no sería provechoso para vosotros. Orad por vosotros, pues creemos tener conciencia recta cuando queremos conducirnos bien en todas las cosas. Sobre todo, os ruego que lo que hagáis para que cuanto antes me vea entre vosotros.

El Dios de la paz, que sacó de entre los muertos, por la sangre de la alianza eterna, al gran Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, os haga perfectos en todo bien, para hacer su voluntad, cumpliendo en vosotros lo que es grato en su presencia por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos, Amén.

Os ruego, hermanos, que acojáis benevolentemente este discurso de exhortación. Cierto que os lo mando con breves palabras. Sabed que ha sido puesto en libertad nuestro hermano Timoteo. Con él, si viene pronto, iré a veros. Salud a todos vuestros superiores y a todos los fieles. Os saludan los de Italia. La gracia sea con todos vosotros.