ADHERIRSE
A DIOS, ÚNICO BIEN VERDADERO
Donde
está el corazón del hombre, allí está también su tesoro; pues Dios no
acostumbra a negar la dádiva buena a los que se la piden. Por eso, porque Dios
es bueno y porque es bueno sobre todo para los que esperan de él, adhirámonos a
él, unámonos a él con toda el alma, con todo el corazón, con todas nuestras
fuerzas, para estar así en su luz y ver su gloria y gozar del don de los
deleites celestiales; elevemos nuestro corazón y permanezcamos y vivamos
adheridos a este bien que supera todo lo que podamos pensar o imaginar y que
confiere una paz y tranquilidad perpetuas, esta paz que está encima de toda
aspiración de nuestra mente.
Éste
es el bien que todo lo penetra, y todos en él vivimos y de él dependemos; nada
hay que esté por encima de él, porque es divino y todo lo que es divino es
bueno; por esto dice el salmo: Abres tú la mano, y sacias de favores a todo
viviente; de la bondad divina, en efecto, nos vienen todos los bienes, sin
mezcla de mal alguno.
Estos
bienes los promete la Escritura a los fieles, cuando dice: Lo sabroso de la
tierra comeréis: Hemos muerto con Cristo, llevamos en nuestros cuerpos la
muerte de Cristo, para que también la vida de Cristo se manifieste en nosotros.
Por consiguiente, no vivimos ya nuestra propia vida, sino la vida de Cristo,
vida de inocencia, de castidad, de sinceridad y de todas las virtudes. Puesto
que hemos resucitado con Cristo, vivamos con él, subamos con él, para que la
serpiente no encuentre en la tierra nuestro talón para morderlo.
Huyamos
de aquí. Puedes huir espíritu, aunque te quedes con el cuerpo; puedes
permanecer aquí y al mismo tiempo estar con el Señor, si a él está adherida tu
alma, si tu pensamiento está fijo en él, si sigues sus caminos guiado por la fe
y no por la visión, si te refugias en él, ya que él es refugio y fortaleza,
como dice el salmista: A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado.
Así,
pues, ya que Dios es refugio y ya que Dios está en lo más alto de los cielos,
hay que huir de aquí abajo hacia allá arriba, donde se halla la paz y el
descanso de nuestras fatigas, donde podemos festejar el gran reposo sabático,
como dijo Moisés: El reposo sabático de la tierra será para vosotros ocasión de
festín. Descansar en Dios y contemplar su felicidad es, en efecto, algo digno
de ser celebrado, algo lleno de felicidad y de tranquilidad. Huyamos, como
ciervos, a la fuente de las aguas; que nuestra alma experimente aquella misma
sed del salmista. ¿De qué fuente se trata? Escucha su respuesta: En ti está la
fuente viva. Digámosle a esta fuente: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Pues la fuente es el mismo Dios.
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