Ninguna
cosa de las que existen o son hechas empezó a ser sino en el Verbo y por el
Verbo, como nos enseña el evangelista teólogo, cuando dice: Ya al comienzo de
las cosas existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Por
él empezaron a existir todas las cosas, y ninguna de las que existen empezó a
ser sino por él. Así como el músico, con la lira templada, ejecuta una armonía,
combinando con los recursos del arte los sonidos graves con los agudos y los
intermedios, así también la Sabiduría de Dios, teniendo en sus manos el
universo como una lira, une las cosas de la atmósfera con las de la tierra, y
las del cielo con las de la atmósfera, y las asocia todas unas con otras,
gobernándolas con su voluntad y beneplácito. De este produce un mundo unificado,
hermosa y armoniosamente ordenado, sin que por ello el Verbo de Dios deje de
permanecer inmutable junto al Padre, mientras pone en movimiento todas las
cosas, según le place al Padre, con la invariabilidad de su naturaleza. Todo,
en definitiva, vive y se mantiene, por donación suya, según su propio ser y,
por él, compone una armonía admirable y verdaderamente divina.
Tratemos
de explicar esta verdad tan profunda por medio de una imagen: pongamos el
ejemplo de un coro numeroso. En un coro compuesto de variedad de personas, de
niños, mujeres, hombres maduros y adolescentes, cada uno, bajo la batuta del
director, canta según su naturaleza y sus facultades: el hombre con voz de
hombre, el niño con voz de niño, la mujer con voz de mujer, el adolescente con
voz de adolescente, y sin embargo de todo el conjunto resulta una armonía. Otro
ejemplo: nuestra alma pone simultáneamente en movimiento todos nuestros
sentidos, cada uno según su actividad específica, y así, en presencia de algún
estímulo exterior, todos a la vez se ponen en movimiento: el ojo ve, el oído
oye, la mano toca, el olfato huele, el gusto gusta, y también sucede con
frecuencia que actúan los demás miembros corporales, por ejemplo, los pies se
ponen a andar. De manera semejante acontece en la creación en general.
Ciertamente, los ejemplos aducidos no alcanzan a dar una más profunda
comprensión de la verdad que quieren ilustrar.
Es
decir, que todas las cosas son gobernadas a un solo mandato del Verbo de Dios,
de manera que, ejerciendo cada ser su propia actividad, del conjunto resulta un
orden perfecto.
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