Clamar
a Dios es colocarnos en Sus manos, es un grito desesperado, reconocer que
necesitamos el favor de Dios; es aceptar que Dios puede lo imposible,
precisamente lo que nosotros no podemos y ahí entra en función Su gracia y Su
misericordia, Él nos fortalece y así la angustia se convierte en éxito y la
desesperación en conquista. ¡Clamemos a Dios y veremos Su mano sanando nuestra
tierra
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