¿Dónde
podrá hallar nuestra debilidad un descanso seguro y tranquilo sino en las
llagas del Salvador? En ellas habito con seguridad, sabiendo que él puede
salvarme. Grita el mundo, me oprime el cuerpo, el diablo me pone asechanzas,
pero yo no caigo, porque estoy cimentado sobre piedra firme. Si cometo un gran
pecado, me remorderá mi conciencia, pero no perderé la paz, porque me acordaré
de las llagas del Señor. Él, en efecto, fue herido por nuestras rebeldías. ¿Qué
hay tan mortífero que no haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por esto,
si me acuerdo que tengo a mano un remedio tan poderoso y eficaz, ya no me
atemoriza ninguna dolencia, por maligna que sea.
Por
esto no tenía razón aquel que dijo: Mi culpa es demasiado grande para
soportarla. Es que él no podía atribuirse ni llamar suyos los méritos de
Cristo, porque no era miembro del cuerpo cuya cabeza es el Señor.
Pero
yo tomo de las entrañas del Señor lo que me falta, pues sus entrañas rebosan
misericordia. Agujerearon sus manos y pies y atravesaron su costado con una
lanza; y a través de estas hendiduras puedo libar miel silvestre y aceite de
rocas de pedernal, es decir, puedo gustar y ver cuán bueno es el Señor.
Sus
designios eran designios de paz, y yo lo ignoraba. Porque, ¿quién ha conocido
jamás la mente del Señor? ¿Quién ha sido su consejero? Pero el clavo penetrante
se ha convertido para mí en una llave que me ha abierto el conocimiento de la
voluntad del Señor. ¿Por qué no he de mirar a través de esta hendidura? Tanto
el clavo como la llaga proclaman que en verdad Dios está en Cristo
reconciliando al mundo consigo. Un hierro atravesó su alma, hasta cerca del
corazón, de modo que ya no es incapaz de compadecerse de mis debilidades.
Las
heridas que su cuerpo recibió nos dejan ver los secretos de su corazón; nos
dejan ver el gran misterio de piedad, nos dejan ver la entrañable misericordia
de nuestro Dios, por la que nos ha visitado el sol que nace de lo alto. ¿Qué
dificultad hay en admitir que tus llagas nos dejan ver tus entrañas? No podría
hallarse otro medio más claro que estas tus llagas para comprender que tú,
Señor, eres bueno y clemente, y rico en misericordia. Nadie tiene una
misericordia más grande que el que da su vida por los sentenciados a muerte y a
la condenación.
Luego
mi único mérito es la misericordia del Señor, No seré pobre en méritos,
mientras él no lo sea en misericordia. Y porque la misericordia del Señor es
mucha, muchos son también mis méritos. Y aunque tengo conciencia de mis muchos
pecados, donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Y, si la misericordia
del Señor dura siempre, yo también cantaré eternamente las misericordias del
Señor. ¿Cantaré acaso mi propia justicia? Señor, narraré tu justicia, tuya
entera. Sin embargo, ella es también mía, pues tú has sido constituido mi
justicia de parte de Dios.
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