Trabajemos para tener el majar que no se consume;
trabajemos en la obra de nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor,
para hacernos merecedores del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la
sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El
campo es el mundo –nos dice aquel que es la Verdad-; cavemos en este campo; en
él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría,
que ha de ser extraída de lo oculto. Todos lo buscamos, todos lo deseamos.
Si queréis preguntar –dice la Escritura-, preguntad;
convertíos, retornad. ¿Te preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus
deseos, hallamos también escrito. Pero si en mis deseos no encuentro la
sabiduría – dices-, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y
no me contento con hallarla, sino que echo en mi regazo una medida abundante,
bien apretada y bien colmada hasta rebosar. Y esto con razón. Porque, dichoso
el hombre que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues,
mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca.
¿Quieres saber cuán cerca está? Cerca está la palabra, en
tu boca y en tu corazón; sólo a condición de que la busques con un corazón
sincero. Así es como encontrarás la sabiduría en tu corazón y tu boca estará
llena de inteligencia, pero vigila que esta abundancia de tu boca no se derrame
a manera de vómito.
Si has hallado la sabiduría has hallado la miel; procura
no comerla con exceso, no sea que, harto de ella, la vomites. Come de manera
que siempre quedes con hambre. Porque dice la misma sabiduría; El que me come
tendrá más hambre de mí. No tengas en mucho lo que has alcanzado; no te
consideres harto, no sea que vomites y pierdas así lo que pensabas poseer, por
haber dejado de buscar antes de tiempo. Pues no hay que desistir en esta
búsqueda y llamada de la sabiduría, mientras pueda ser hallada, mientras esté
cerca. De lo contrario, como la miel daña –según dice el Sabio- a los que la
comen de ella en demasía , así el que se mete a escudriñar la majestad será
oprimido por su gloria.
Del mismo modo que es dichoso el hombre que encuentra
sabiduría, así también es dichoso, o mejor, más dichoso aún, el hombre que es
constante en la sabiduría; esto seguramente se refiere a la abundancia de que
hemos hablado antes.
En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en
abundancia de sabiduría o de prudencia: si confiesas de palabra tu propia
inequidad, si de tu boca sale la acción de gracias y la alabanza y si de ella
salen también palabras de edificación. En efecto, creemos con el corazón para
obtener la justificación y hacemos con la boca profesión de nuestra fe para
alcanzar la salud. Y además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse
a sí mismo; y así, lo que debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en
tercer lugar (si a tanto llega la abundancia de su sabiduría) edificar al
prójimo.
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