Si tú me dices: Muéstrame a tu Dios, yo te responderé:
Muéstrame primero qué tal sea tu persona, y entonces te mostraré a mi Dios.
Muéstrame primero si los ojos de tu mente ven, si los oídos de tu corazón oyen.
Del mismo modo, en efecto, que los que gozan de la visión
corporal perciben lo que sucede aquí en la tierra y examinan las cosas opuestas
entre sí –como son la luz y las tinieblas, lo blanco y lo negro, lo deforme y
lo hermoso, lo proporcionado y lo que no lo es, lo mesurado y desmesurado, lo
que rebasa sus límites y lo que es incompleto-, y lo mismo podemos decir con
respecto a lo que es objeto de audición –los sonidos agudos, graves,
agradables-, así también acontece con los oídos del corazón y los ojos de la
mente, con respecto a la visión de Dios.
Efectivamente, Dios se deja ver de los que son capaces de
verlo, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Porque todos tienen ojos,
pero algunos los tienen bañados de tinieblas y no pueden ver la luz del sol. Y no
porque los ciegos no la vean deja por eso de brillar la luz solar, sino que ha
de atribuirse esta oscuridad a su defecto de visión. Así tú tienes los ojos
entenebrecidos por tus pecados y malas acciones.
El alma del hombre debe ser nítida como un espejo
reluciente. Cuando en un espejo hay herrumbre, no puede el hombre contemplar en
él su rostro; del mismo modo, cuando hay pecado en el hombre, no puede éste ver
a Dios. Pero, si quieres, puedes sanar; confíate al médico y él punzará los
ojos de tu mente y de tu corazón. ¿Quién es este médico? Dios, que por su Palabra
y sabiduría creó todas las cosas, ya que, como dice el salmo: La Palabra del
Señor hizo el cielo; el Aliento de su boca, sus ejércitos. Eminente es su
sabiduría. Con ella fundó Dios la tierra; con su inteligencia consolidó los
cielos, con su ciencia brotaron los abismos y las nubes destilaron rocío.
Si eres capaz, oh hombre, de entender todo esto y
procuras vivir de un modo puro, santo y piadoso, podrás ver a Dios; pero es
condición previa que haya en tu corazón la fe y el temor de Dios, para llegar a
entender estas cosas. Cuando te hayas despojado de tu condición mortal y hayas
revestido la inmortalidad, entonces estarás en disposición de ver a Dios. Porque
Dios resucitará tu cuerpo, haciéndolo inmortal como el alma, y entonces, hecho
tú inmortal, podrás contemplar al que es inmortal, si ahora crees en él.
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