¿Por qué nos
escondes tu rostro? Cuando estamos afligidos por algún motivo nos imaginamos
que Dios nos esconde su rostro, porque nuestra parte afectiva esta como
envuelta en tinieblas que nos impiden ver la luz de la verdad. En efecto, si
Dios atiende a nuestro estado de ánimo y se digna visitar nuestra mente,
entonces estamos seguros de que no hay nada. de oscurecer nuestro interior.
Porque si el rostro del hombre es la parte más destacada de su cuerpo, de
manera que cuando nosotros vemos el rostro de alguna persona es cuando
empezamos a conocerla, o cuando nos damos cuenta de que ya la conocíamos, ya
que su aspecto nos lo da a conocer, ¿cuánto más no iluminará el rostro de Dios
a los que él mira?
En esto, como en
tantas otras cosas, el Apóstol, verdadero intérprete de Cristo, nos da una
enseñanza magnifica, y sus palabras ofrecen a nuestra mente una nueva
perspectiva. Dice, en efecto: El mismo Dios que dijo: Brille la luz del seno de
las tinieblas, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para que demos a
conocer la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. Vemos, pues,
de qué manera brilla en nosotros la luz de Cristo. Él es, en efecto, el
resplandor eterno de las almas, ya que, iluminados por su rostro, podamos
esperar las cosas eternas y celestiales, nosotros que antes nos hallábamos
impedidos por la oscuridad de este mundo.
¿Y qué digo de
Cristo, si el mismo apóstol Pedro dijo a aquel cojo de nacimiento: Míranos? El
miró a Pedro y quedo iluminado con el don de la fe; porque no hubiese sido
curado si antes no hubiese creído confiadamente.
Si ya el poder de
los apóstoles era tan grande, comprendemos por qué Zaqueo, al oír que pasaba el
Señor Jesús, subió a un árbol, ya que era pequeño de estatura y la multitud le
impedía verlo. Vio a Cristo y encontró la luz, lo vio y él, que antes se
apoderaba de lo ajeno, empezó a dar lo que era suyo.
¿Por qué nos
escondes tu rostro?, esto es: Aunque nos escondes tu rostro, Señor a pesar de
todo, ha resplandecido sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor. A pesar de
todo, poseemos la luz en nuestro corazón y brilla en lo íntimo de nuestro ser;
porque nadie puede sustituir, si tú le escondes tu rostro.
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