Los recién bautizados, enriquecidos con tales
distintivos, se dirigen al altar de Cristo, diciendo: Me acercaré al altar de
Dios, al Dios que alegra mi juventud. En efecto, despojados ya de todo resto de
sus antiguos errores, renovada su juventud como un águila, se apresuran a
participar del convite celestial. Llegan, pues, y al ver preparado el sagrado
altar, exclaman: Preparas una mesa ante mí. A ellos se aplican aquellas
palabras del salmista: El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas
me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Y
más adelante: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas
conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí enfrente de
mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Es ciertamente admirable el hecho de que Dios hiciera
llover el maná para los padres y los alimentase cada día con aquel manjar
celestial, del que dice el salmo: El hombre comió pan de ángeles. Pero los que
comieron aquel pan murieron todos en el desierto; en cambio, el alimento que tú
recibes, este pan vivo ha bajado del cielo, comunica el sostén de la vida
eterna, y todo el que coma de él no morirá para siempre, porque es el cuerpo de
Cristo.
Considera, pues, ahora qué es más excelente, si aquel
pan de ángeles o la carne de Cristo, que es el cuerpo de vida. Aquel maná caía
del cielo, éste está por encima del cielo; aquel era del cielo, éste del Señor
de los cielos; aquél se corrompía si se guardaba para el día siguiente, éste no
sólo es ajeno a toda corrupción, sino que comunica la incorrupción a todos los
que lo comen con reverencia. A ellos les manó agua de roca, a ti sangre del
mismo Cristo; a ellos el agua los sació momentáneamente, a ti la sangre que
mana de Cristo te lava para siempre. Los judíos bebieron y volvieron a tener
sed, pero tú, si bebes, ya no puedes volver sentir sed, porque aquello era la
sombra, esto es la realidad.
Si te admira aquello que no era más que una sombra,
mucho más debe admirarte la realidad. Escucha como no era más que una sombra lo
que acontecía con los padres: Bebían -dice el Apóstol_ de la roca que los
seguía, y la roca era Cristo; pero Dios no se agradó de la mayor parte de
ellos, pues fueron postrados en el desierto. Todas estas cosas acontecían en
figura para nosotros. Los dones que tú posees son mucho más excelentes, porque
la luz es más que la sombra, la realidad más que la figura, el cuerpo del
Creador más que el maná del cielo.
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