martes, 9 de febrero de 2016

CARTA DEL APOSTOL PABLO, A LOS GALATAS



DIOS ME REVELÓ A SU HIJO PARA QUE LO ANUNCIARA

Os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es cosa humana; y yo no lo recibí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.

Habéis oído hablar de cómo me portaba  yo en otro tiempo en el judaísmo: cómo perseguía encarnizadamente a la Iglesia de Dios y la devastaba; cómo, en el celo por el judaísmo, iba más allá que muchos compatriotas de mi edad y me mostraba celoso partidario de las tradiciones paternas.

Pero, cuando aquel que me eligió desde el seno de mi madre me llamó por su gracia y tuvo a bien revelarme a su Hijo para que lo anunciara a los gentiles, en seguida, sin pedir consejo a hombre alguno y sin subir a Jerusalén para hablar con los que eran apóstoles antes que yo, partí hacia Arabia, de donde luego volví a Damasco. Tres años más tarde, subí a Jerusalén a visitar a Cefas, y estuve con él quince días. No vi a ninguno otro de los apóstoles, fuera de Santiago, el hermano del Señor. Por el Dios que me está viendo, que no miento en lo que escribo.

Después vine a las regiones de Siria y de Cilicia, pero las Iglesias de Judea, que están en Cristo, no me conocían personalmente. Sólo oían decir: <<El que antaño nos perseguía ahora va anunciando la Buena Nueva de la fe, que en otro tiempo quería destruir. >>  Y glorificaban a Dios, reconociendo su obra en mí.

El Evangelio anunciado por mí no es cosa humana; y no lo recibí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.

Por la verdad de Cristo que en mí reside; yo os he anunciado el Evangelio de Dios.

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