LA
NUEVA CREATURA EN CRISTO
Me
dirijo a vosotros, recién nacidos por el bautismo, párvulos en Cristo, nueva
prole de la Iglesia, complacencia del Padre, fecundidad de la Madre, germen
puro, grupo recién agregado, motivo el más preciado de nuestro honor y fruto de
nuestro trabajo, mi gozo y mi corona, todos los que perseveráis firmes en el
Señor.
Os
hablo con palabras del Apóstol: Revestíos de Jesucristo, el Señor, y no os
entreguéis a satisfacer la pasiones de la vida mortal, para que os revistáis de
la vida que habéis revestido en el sacramento. Todos los que habéis sido
bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre
judío y gentil, ni entre libre y esclavo, ni entre hombre y mujer: todos sois
uno en Cristo Jesús.
Ésta
es precisamente la eficacia del sacramento: se trata en efecto, del sacramento
de la vida nueva, la cual empieza en el tiempo presente por el perdón de todos
los pecados pasados, y llegará a su plenitud en la resurrección de los muertos.
Por nuestro bautismo fuimos sepultados con el, para participar de su muerte;
para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos, así también
nosotros vivamos una vida nueva. Ahora camináis en la fe, mientras vivís
desterrados en este cuerpo mortal, lejos del Señor; pero el mismo Jesucristo,
al dignarse asumir por nosotros la condición humana, se ha convertido para
vosotros en el camino seguro hacía él, al cual os dirigís. Es grande, en
efecto, la bondad que tiene reservada para sus fieles, y que descubrirá y completará
para los que se acogen a él, cuando llegue el momento de la posesión efectiva
de aquello que ahora hemos recibido sólo en esperanza.
Hoy
hace 8 días (domingo 3 abril) de vuestro nacimiento espiritual; hoy recibís el
complemento del sello de la fe, lo cual, en los padres antiguos, se realizaba
la circuncisión de la carne, al octavo día del nacimiento carnal.
Pues
el mismo Señor, al despojarse de la mortalidad de la carne por su resurrección
y al hacer resurgir un cuerpo no distinto del de antes, pero sí libre para
siempre de la muerte, señaló con su resurrección el día del domingo, que es el
tercero después de la pasión, es el octavo después del sábado, según la
numeración de días, pero que es al mismo tiempo el primero.
Por
esto también vosotros, si habéis sido resucitados con Cristo – aunque todavía
no de hecho, pero sí ya con esperanza cierta, porque habéis recibido el
sacramento de ello y las arras del Espíritu-, buscad las cosas de arriba, donde
Cristo está sentado a la diestra de Dios.
Poned
vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque habéis
muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios; cuando se manifieste
Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él,
revestidos de gloria.
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