LUCHAMOS
POR LA FE
Dios
nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué
dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y
ser coronados por Cristo.
Revistámonos
de fuerza, hermanos muy amados, y preparémonos para la lucha con un espíritu
indoblegable, con una fe sincera, con una total entrega. Marche el ejército de
Dios a la lucha que se nos declara.
El
Apóstol nos indica cómo debemos revestirnos y prepararnos, cuando dice: Ceñida
vuestra cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia y
calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz. Embrazad en todo
momento el escudo de la fe, con que podáis apagar los encendidos dardos
malignos. Tomad el yelmo de la salvación y la espada del espíritu, que es la
palabra de Dios.
Éstas
son las armas que hemos de tomar, éstas las defensas espirituales y celestiales
con que hemos de protegernos, para poder resistir y rechazar los ataques del
demonio en día de la prueba.
Revistámonos
la coraza de la justicia, para que nuestro pecho esté protegido y seguro contra
los dardos del enemigo.
Estén
calzados y armados nuestros pies con las enseñanzas evangélicas, para que,
cuando la serpiente sea hollada y pisoteada por nosotros, no pueda mordernos ni
echarnos la zancadilla.
Llevemos
fuertemente asido el escudo de la fe, para que con su protección podamos
repeler todos los dardos del enemigo.
Tomemos
también el yelmo de la salvación, que cubra nuestra cabeza; nuestros oídos,
para que no lleguen a ellos los edictos convocando a las fiestas idolátricas;
nuestros ojos, para que no vean los ídolos detestables; nuestra frente, para
que conserve incólume la marca de Dios; nuestra boca, para que la lengua
confiese victoriosa a Cristo, su Señor.
Armemos
nuestra derecha con la espada de espíritu para que rechace con energía los
sacrificios funestos, para que, acordándose de la eucaristía, ella, que recibe
el cuerpo del Señor, lo abrace, con miras a recibir más tarde el premio de la
corona celestial de manos del Señor.
Estas
consideraciones, hermanos muy amados, han de estar bien grabadas en vuestros
corazones. Si el día de la persecución nos sorprende mientras estamos pensando
y meditando estas cosas, el soldado Cristo, adoctrinado con sus preceptos y
recomendaciones, no se amilanará ante la lucha, sino que se hallará preparado
para la corona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario