EL
BAÑO DE REGENERACION
Vamos
ahora a explicar cómo nos consagramos a Dios los renovados por Cristo.
A
todos los que han aceptado como verdadero lo que les hemos enseñado y
explicado, y se han comprometido a vivir según estas enseñanzas, se les exhorta
a que pidan perdón a Dios de los pecados cometidos, con oraciones y ayunos, y
nosotros nos unimos también a sus oraciones y ayunos.
Después
los conducimos hasta el lugar donde se halla el agua bautismal, y allí son
regenerados del mismo modo que lo fuimos nosotros, es decir, recibiendo el baño
de agua en el nombre del Padre, Dios y Señor de todos, y de nuestro salvador
Jesucristo y del Espíritu Santo.
Jesucristo
dijo, en efecto: El que no nace de nuevo no podrá entrar en el reino de los
cielos. Y para todos es evidente que no es posible que, una vez nacidos,
volvamos a entrar en el seno materno.
También
el profeta Isaías nos enseña de qué manera apartan de sí el pecado los que ha
faltado y se arrepienten. He aquí sus palabras: Lavaos, purificaos, apartad de
mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien;
buscad lo que es justo, haced justicia al oprimido, defended al huérfano,
proteged a la viuda. Entonces, venid, y litigaremos –dice el Señor-. Aunque
vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve; aunque sean
rojos como escarlata, quedarán blancos como lana. Pero, si no sabéis obedecer,
la espada os comerá. –Lo ha dicho el Señor-.
Los
apóstoles nos explican la razón de todo esto. En nuestra primera generación, fuimos
engendrados de un modo inconsciente por nuestra parte y por una ley natural y
necesaria, por la acción del germen paterno en la unión de nuestros padres, y
sufrimos la influencia de costumbres malas y de una instrucción desviada. Mas,
para que tengamos también un nacimiento, no ya fruto de la necesidad natural e
inconsciente, sino de nuestra libre y consciente elección, y consigamos por el
agua el perdón de los pecados anteriormente cometidos, se pronuncia sobre aquel
de que quiere ser regenerado y está arrepentido de sus pecados el nombre del
Padre, Señor y Dios de todos; y éste es el único nombre que aplicamos a Dios,
al llevar a la piscina bautismal al que va a ser bautizado.
Nadie
hay, en efecto, que pueda llamar por su nombre propio al Dios inefable, y, si
alguien se atreviese a decir que puede ser capaz de ello, daría pruebas de una
locura sin remedio.
Este
baño se llama iluminación, porque son iluminadas las mentes de los que aprenden
estas cosas. Pero, además, el que es iluminado es también lavado en el nombre
de Jesucristo (que fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato), y en el
nombre del Espíritu Santo, que anunció de antemano, por boca de los profetas,
todo lo referente a Jesús.
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