La
esposa viene a ser como el sol que ilumina a la familia. Oíd lo que de ella
dice la sagrada Escritura: Mujer hermosa deleita al marido; mujer modesta
duplica su encanto. El sol brilla en el cielo del Señor, la mujer bella en su
casa bien arreglada.
Sí,
la esposa y la madre es el sol de la familia. Es el sol con su generosidad y abnegación,
con su constante prontitud, con su delicadeza vigilante y previsora en todo
cuanto puede alegrar la vida a su marido y a sus hijos. Ella difunde en torno a
sí luz y calor; y, si suele decirse de un matrimonio que es feliz cuando cada
uno de los cónyuges, al contraerlo, se consagra a hacer feliz, no a sí mismo,
sino al otro, este noble sentimiento e intención, aunque les obligue a ambos,
es sin embargo virtud principal de la mujer, que le nace con las palpitaciones
de madre y con la madurez del corazón; madurez que, si recibe amarguras, no
quiere dar sino alegrías; si recibe humillaciones, no quiere devolver sino
dignidad y respeto, semejante al sol que con sus albores alegra la nebulosa
mañana, y dora las nubes con los rayos de su ocaso.
La
esposa es el sol de la familia con la claridad de su mirada y con el fuego de
su palabra; mirada y palabra que penetran dulcemente en el alma, la vencen y
enternecen y alzan fuera del tumulto de las pasiones, arrastrando al hombre a
la alegría del bien y de la convivencia familiar, después de una larga jornada
de continuado y muchas veces fatigoso trabajo en la oficina o en el campo o en
las exigentes actividades del comercio y de la industria.
La
esposa es el sol de la familia con su ingenua naturaleza, con su digna
sencillez y con su majestad cristiana honesta, así en el recogimiento y en la
rectitud del espíritu como en la sutil armonía de su porte y de su vestir, de
su adorno y de su continente, reservado y a la par afectuoso. Sentimientos
delicados, graciosos gestos del rostro, ingenuos silencios y sonrisas, una
condescendiente señal de cabeza, le dan la gracia de una flor selecta y sin
embargo sencilla que abre su corola para recibir y reflejar los colores del
sol.
¡Oh,
sí supieseis cuán profundos sentimientos de amor y de gratitud suscita e
imprime en el corazón del padre de familia y de los hijos semejante imagen de
esposa y de madre!
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