miércoles, 2 de noviembre de 2016

HIMNO XVII


Crece la luz bajo tu hermosa mano,

Padre celeste, y suben

los hombres matutinos al encuentro

de Cristo primogénito.



Él hizo amanecer ante tus ojos

y enalteció la aurora,

cuando aún no estaba el hombre sobre el mundo

para poder cantarla.



Él es principio y fin del universo,

y el tiempo, en su caída,

se acoge al que es la fuerza de las cosas

y en él rejuvenecen.



Él es quien nos reanima y fortalece,

y hace posible el himno

que, ante las maravillas de tus manos,

cantamos jubilosos.



He aquí la nueva luz que asciende y busca

su cuerpo misterioso;

he aquí, en la claridad de la mañana,

el signo de tu rostro.



Envía, Padre eterno, sobre el mundo

el soplo de tu Hijo,

potencia de tu diestra y primogénito

de todos los que mueren.  Amén.

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