¿Dónde pastoreas, pastor bueno, tú que cargas sobre
tus hombros a toda la grey? Muéstrame el lugar de reposo, guíame hasta el pasto
nutritivo, llámame por mi nombre, para que yo, oveja tuya, escuche tu voz, y tu
voz me de la vida eterna: Avísame, amor de mi alma, dónde pastoreas.
Te nombro de este modo, porque tu nombre supera
cualquier otro nombre y cualquier inteligencia, de tal manera que ningún ser
racional es capaz de pronunciarlo o de comprenderlo. Este nombre, expresión de
tu bondad, expresa el amor de mi alma hacia ti. ¿Cómo puedo dejar de amarte, a
ti que de tal manera me has amado, a pesar de mi negrura, que has entregado tu
vida por las ovejas de tu rebaño? No puede imaginarse un amor superior a éste,
el de dar tu vida a trueque de mi salvación,
Enséñame, pues -dice el texto sagrado-, dónde
pastoreas, para que pueda hallar los pastos saludables y saciarme del alimento
celestial, que es necesario comer para entrar en la vida eterna; para que pueda
asimismo acudir a la fuente, proporcionas a los sedientos con el agua que brota
de tu costado, venero de agua abierto por la lanza, que se convierte para todos
los que de ella beben en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida
eterna.
Si de tal modo me pastoreas, me harás recostar al mediodía,
sestearé en paz y descansaré bajo la luz sin mezcla de sombra alguna, ya que el
sol está en su vértice; bajo esta luz meridiana haces entrar contigo en tu
refugio a tus ayudantes. Nadie es considerado a tus ayudantes. Nadie es
considerado digno de este reposo meridiano si no es hijo de la luz y del día.
Pero el que se aparta de las tinieblas, tanto de las vespertinas como de las
matutinas, que significan el comienzo y el fin del mal, es colocado por el sol
de justicia en la luz del mediodía, para que se recueste bajo ella.
Enséñame, pues, cómo tengo que recostarme y pacer, y cuál
sea el camino del reposo meridiano, no sea que por ignorancia me sustraiga de
tu dirección y me junte a un rebaño que no sea el tuyo.
Esto dice (la esposa del Cantar), solícita por la
belleza que le viene de Dios y con el deseo de saber cómo alcanzar la felicidad
eterna.
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