miércoles, 16 de noviembre de 2016

HIMNO XVIII


Libra mis ojos de la muerte;

dales la luz, que es su destino.

Yo, como el ciego del camino,

pido un milagro para verte.



Haz de esta piedra de mis manos

una herramienta constructiva,

cura su fiebre posesiva

y ábrela al bien de mis hermanos.



Haz que mi pie vaya ligero.

Da de tu pan y de tu vaso

al que te sigue, paso a paso,

por lo más duro del sendero.



Que yo comprenda, Señor mío,

al que se queja y retrocede;

que el corazón no se me quede

desentendidamente frío.



Guarda mi fe del enemigo.

¡Tantos me dicen que estás muerto!

Y entre la sombra y el desierto dame

tu mano y ven conmigo. Amén.

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