La juventud de mi vejez.
Estoy en la edad en que la vida no es más un proyecto. He
vivido más de lo que me falta. Los años han pasado y las huellas dejadas en el
espacio físico de mi cuerpo y de mi alma, son tangibles y reales.
Hoy tengo que hacer un esfuerzo mayor para lucir mejor. La
esclavitud de pintarme el pelo y cuidar mi cara, me recuerdan constantemente
que mis lágrimas y mis risas no han sido en vano, que cada cana y cada arruga
tienen su historia.
He vivido mucho, he reído mucho y he llorado mucho. Sin
embargo, a pesar de esto, considero que el gran cambio que los años aportaron a
mi vida, se ha producido en mi alma. Los años me enseñaron a priorizar, a
conciliar con el amor, a agradecer el regalo de la amistad y a afianzar mi
espiritualidad.
Hoy confieso que un beso de mis hijos, la sonrisa de los
bebés o una celebración familiar, producen más luces en mi vida, que la más
deslumbrante constelación de estrellas. He aprendido, además, que mi príncipe
azul fue real. En algún momento cabalgó tan lento, que sentí la necesidad de
avanzar por mi sola, en otras ocasiones se me adelantó tanto, que fue imposible
alcanzarlo. Hoy, él y yo estamos en paz.
Los años que han pasado también me han demostrado, que mis
amigos y mis amigas han sido seres de luz que han iluminado mi camino en algún
momento y en algún lugar, sin importar el tiempo y la distancia.
Que mi Fe se ha vuelto persistente y tolerante. He asumido
la responsabilidad de mi espiritualidad, sin fanatismo, ni obsesiones.
Mi Fe me ha ayudado a aceptar lo que no puedo entender ni
cambiar y a fortalecer mi tolerancia hacia las creencias de los demás.
Los años han pasado y la realidad de mi vida ha ido
cambiando. Aunque mi cuerpo físico esté envejeciendo, mi alma se está
rejuveneciendo y hoy me siento más joven, que cuando era joven. No temo a la
vida y mi época de inseguridades y de correr tras la vida ya pasó.
He caminado lo suficiente para entender, que no puedo vivir
de apariencias, porque si lo hago, dejo de vivir lo que es esencial para mi alma.
Después de tantos años entendí, que el amor verdadero es
real, que su presencia en mi vida ha sido el producto de todo el amor y las
virtudes emanadas por quienes han pasado por mi vida, dándome todo lo mejor que
podían y lo que tenían. También comprendí, que no debo más que sentir
agradecimiento por haber tenido el privilegio que mis amigos/as me eligieran
como una acompañante del alma, en su ruta por la vida.
Por último, he conocido a Dios, Él sabe quién soy y yo sé
quién es Él.
Con todo esto, vivo mi realidad día a día, entendiendo que
es tiempo de asumir las experiencias y que no importa lo que pase con mi cuerpo
físico, las circunstancias actuales de mi vida están centradas en lo que pase
con la juventud de mi alma.
GRACIAS POR ESTAR EN MI VIDA.
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