Seamos también nosotros de los que alaban y sirven a
Dios, y no de los impíos, que serán condenados en el juicio. Yo mismo, a pesar
de que soy un gran pecador y de que no he logrado todavía superar la tentación ni
las insidias del diablo, me esfuerzo en practicar el bien y, por temor al
juicio futuro, trato al menos de irme acercando a la perfección.
Por esto, hermanos y hermanas, después de haber
escuchado la palabra de del Dios de verdad, os leo esta exhortación, para que,
atendiendo a lo que está escrito, nos salvemos todos, tanto vosotros como el
que lee entre vosotros; os pido por favor que os arrepintáis de todo corazón,
con lo que obtendréis la salvación y la vida. Obrando así serviremos de modelo
a todos aquellos jóvenes que quieren consagrarse a la bondad y al amor de Dios.
No tomemos a mal ni nos enfademos tontamente cuando alguien nos corrija con el
fin de retornarnos al buen camino, porque a veces obramos el mal sin darnos
cuenta, por nuestra doblez de alma y por la incredulidad que hay en nuestro
interior, y porque tenemos sumergido el pensamiento en las tinieblas a causa de
nuestras malas tendencias.
Practiquemos, pues, el bien, para que al fin nos
salvemos. Dichosos los que obedecen estos preceptos; aunque por un poco de
tiempo hayan de sufrir en este mundo, cosecharán el fruto de la resurrección
incorruptible. Por esto, no ha de entristecerse el justo con sus antecesores y gozará
de una felicidad sin fin y sin mezcla de tristeza.
Tampoco ha de hacernos vacilar el ver que los malos se
enriquecen mientras los siervos de Dios viven en la estrechez. Confiemos,
hermanos y hermanas: sostenemos el combate del Dios vivo y lo ejercitamos en
esta vida presente, con miras a obtener la corona en la vida futura. Ningún
justo consigue en seguida la paga de sus esfuerzos, sino que tiene que
esperarla pacientemente. Si Dios premiase en seguida a los justos, la piedad se
convertiría en un negocio; daríamos la impresión de que queremos ser justos por
amor al lucro y no por amor a la piedad. Por esto los juicios divinos a veces
nos hacen dudar y entorpecen nuestro espíritu, porque no vemos aún las cosas
con claridad.
Al solo Dios invisible, Padre de la verdad, que nos ha
enviado al Salvador y Autor de nuestra incorruptibilidad, por el cual nos ha
dado también a conocer la verdad y la vida celestial, a él sea la gloria por
los siglos de los siglos. Amén.
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