OFENDIENDO Y RECIBIENDO OFENSAS
Como discípulo de Jesucristo necesito aprender a no
ofender jamás ni sentirme ofendido nunca. Jesús dijo que el mundo nos ofende
constantemente, pero debemos procurar no ofender (Mateo 18:7-9), como
seguidores suyos.
En este asunto él fue tan estricto que alcanzó a
afirmar que era mejor quitarse un ojo, un pie o una mano que ofender a otra
persona. Él quería decir que debemos abandonar cualquier cosa que ofende a
otro, no importa lo doloroso que sea para nosotros.
También debo entender, como discípulo con
discernimiento, que contra mí vendrán muchas ofensas. Debo ser prudente como
una serpiente (saber que habrá ofensas), pero sencillo como una paloma (no
ofender).
Es apenas natural que de vez en cuando ofenda sin
querer. Por ejemplo, el mismo Evangelio que predicamos ofende a muchos, y si lo
predico y lo vivo fielmente, con toda seguridad algunos se van a molestar. Pero
esa no es la ofensa a la cual se hace referencia. Jesús habla de la ofensa que
resulta de tener la mente entenebrecida. Él está pensando en la ofensa que
resulta cuando hay malas intenciones.
No podemos lograr que todo el mundo nos ame; pero así
podemos, así como el profeta Daniel, conseguir que aquellos que nos odian
digan: “Es por causa de su Dios”.
Sentirse ofendido es otra cosa. Por la gracia de Dios
jamás debo sentirme ofendido, así como tampoco lo hizo nuestro Señor. No
importa lo mal intencionado o lo vil que sea el origen de la ofensa, debo
procurar no atribuir propósito de malicia a la acción de nadie. Más bien tengo
que entregar mi causa al Señor diciendo: “Señor, juzga tú en este asunto”. De
esa forma logro que la venganza esté totalmente en las manos de él.
Una vida sin ofensa es una disciplina no tan fácil
para el seguidor de Jesucristo. Sin embargo, el mismo Jesús nos dio ejemplo
perfecto estando en la tierra, y nos invita y llama a serlo también nosotros.
Aquel que me dijo que debo ser sencillo como una paloma (Mateo 10:16) jamás me
pide hacer algo imposible, más bien me dará el poder para lograrlo.
Dios te bendiga.
“Cuando le
maldecían, él no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba, sino
que se encomendaba al que juzga con justicia” (1ª. Pedro 2:23).
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