La palabra de Dios es viva, eficaz y tajante más que
espada de dos filos. Los que buscan a Cristo, palabra, fuerza y sabiduría de
Dios, descubren por esta expresión de la Escritura toda la grandeza, fuerza y sabiduría
de aquel que es la verdadera palabra de Dios y que existía ya antes del
comienzo de los tiempos y, junto al Padre, participaba de su misma eternidad.
Cuando llegó el tiempo oportuno, esta palabra fue revelada a los apóstoles, por
ellos el mundo conoció el pueblo de los creyentes la recibió con humildad. Esta
palabra existe, por tanto, en el seno del Padre, en la predicación de quienes
la proclaman y en el corazón de quienes la aceptan.
Esta palabra de Dios es viva, ya que el Padre le ha
concedido poseer la vida en sí misma, como el mismo Padre posee la vida en sí
mismo. Por lo cual hay que decir que esta palabra no sólo es viva, sino que es
la misma vida, como afirma el propio Señor; cuando dice: Yo soy el camino, la
verdad y la vida. Precisamente porque esta palabra es la vida es también viva y
vivificante; por esta razón resucita a los muertos, devolviéndoles la vida, así
también el Hijo dispensa la vida a los que quiere. Es vivificante cuando llama
a Lázaro del sepulcro, diciendo al que muerto: Lázaro, sal fuera.
Cuando esta palabra es proclamada, la voz del
predicador resuena exteriormente pero su fuerza es percibida interiormente y
hace revivir a los mismos muertos, y su sonido engendra para la fe nuevos hijos
de Abraham. Es, pues, viva esta palabra en el corazón del que cree y ama. Y si
de tal manera es viva, es también, sin duda, eficaz.
Es eficaz en la creación del mundo, eficaz en el
gobierno del universo, eficaz en la redención de los hombres. ¿Qué otra cosa podríamos
encontrar más eficaz y más poderosa que esta palabra? ¿Quién podrá contar las
hazañas de Dios, pregonar toda su alabanza? Esta palabra es eficaz cuando actúa
y eficaz cuando es proclamada; jamás vuelve vacía, sino que siempre produce
fruto cuando es envidiada.
Es eficaz y tajante más que espada de dos filos para
quienes creen en ella y la aman. ¿Qué hay, en efecto, imposible para el que
cree o difícil para el que ama? Cuando esta palabra resuena, penetra en el corazón
del creyente como si se tratara de flechas de arquero afiladas; y lo penetra
tan profundamente que atraviesa hasta lo más recóndito del espíritu; por ello
se dice que es más tajante que una espada de dos filos, más incisiva que todo
poder o fuerza, más sutil que toda agudeza humana, más penetrante que toda la sabiduría
y todas las palabras de los doctos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario