A los malos pastores, a los falsos
pastores, a aquellos pastores que buscan sus intereses personales, no los de
Cristo Jesús, les dice el Señor: No fortalecéis a las débiles. En efecto, estos
pastores se aprovechan de la leche y de la lana de sus ovejas, pero descuidan,
en cambio, el bien de su rebaño y no fortalecen a las ovejas débiles. Según
creo, existe diferencia entre la oveja simplemente débil y la oveja propiamente
enferma, aunque algunas veces a la débil se la llame también enferma.
Me gustaría, hermanos, llegar a
explicaros esta diferencia que media entre lo simplemente débil y lo
propiamente enfermo; intentaré hacerlo en la medida en que soy capaz de comprenderlo;
otros habrá, sin duda, que, o porque son más peritos en la Escritura o porque
habrán alcanzado una luz más abundante, podrán hacerlo mejor; yo os diré
simplemente lo que comprendo, a fin de que, ya desde ahora, no os veáis
totalmente privados del conocimiento de la Escritura. Débil es aquel de quien
se teme que pueda sucumbir cuando la tentación se presenta; enfermo, en cambio,
es aquel que se halla ya dominado por alguna pasión para acercarse a Dios y
aceptar el yugo de Cristo.
Pensad en aquellos hombres que tienen
ya deseos de vivir virtuosamente, que se esfuerzan por ir adquiriendo las
diversas virtudes, y que, con todo, están menos dispuestos a sufrir lo que es
malo que a realizar lo que es bueno. En realidad, la fortaleza cristiana
incluye no sólo obrar lo que es bueno, sino también resistir a lo que es malo.
Quienes, por tanto, desean sinceramente practicar la justicia, pero no quieren
o no se ven aún con ánimos para tolerar los sufrimientos, estos tales son los
débiles. En cambio, los que entregan a la vida mundana y viven cautivos de
alguna mala pasión, éstos están alejados incluso del bien obrar, no tienen
fuerzas ni posibilidades de obrar bien y por ello podemos llamarlos con toda
propiedad enfermos.
De esta forma tenía enferma el alma
aquel cuyos portadores, al ser impedidos por la multitud de poder presentar
ante el Señor al que llevaban en la camilla, abrieron un boquete en el techo de
la casa para lograr su intento. Es como si tú intentaras hacer algo parecido
con tu alma, abriendo un boquete en el techo para poner ante el Señor el alma
paralítica con sus miembros totalmente inmóviles; quiero decir, el alma vacía
de buenas obras, llena, en cambio de pecadores y enferma por sus muchas
pasiones. Si, pues, ves que todos tus miembros están sin movimiento y que tu
alma está como paralítica, pero deseas llegarte al médico y quieres mostrarle
lo que está oculto (quizás este médico habita en tu interior, y tú, que
desconoces el sentido oculto de la Escritura, no has advertido su presencia),
abre un boquete en el techo y colócate, como aquel paralítico, ante Jesús.
Habéis escuchado ya lo que se dice a
los que no actúan y descuidan su deber pastoral: No vendáis a las heridas, ni
recogéis las descarriladas: os lo hemos ya recordado. La oveja estaba herida
por el miedo de las tentaciones, y el pastor le hubiera podido recordarle
aquellas palabras de consuelo: Fiel es Dios para no permitir que seáis tentados
más allá de lo que podéis; por el contrario, él dispondrá con la misma
tentación el buen resultado de poder resistirla.
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