El mensaje de la cruz, anunciado por unos hombres sin
cultura, tuvo una virtud persuasiva que alcanzó a todo el orbe de la tierra; y
se trataba de un mensaje que no se refería a cosas sin importancia, sino a Dios
y a la verdadera religión, a una vida conforme al Evangelio y al futuro juicio,
un mensaje que convirtió en sabios a unos hombres rudos e ignorantes. Ello nos
demuestra que lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios
es más fuerte que los hombres.
¿En qué sentido es más fuerte? En cuanto que invadió
el orbe entero y sometió a todos los hombres, produciendo un efecto contrario
al que pretendían todos aquellos que se esforzaban en extinguir el nombre del
Crucificado, ya que hizo, en efecto, que este nombre obtuviera un mayor lustre
y difusión. Ellos, por el contrario, desaparecieron y, aun durante el tiempo en
que estuvieron vivos, nada pudieron contra un muerto. Por esto, cuando un
pagano dice de mí que estoy muerto, es cuando muestra su gran necedad; cuando
él me considera un necio, es cuando mi sabiduría se muestra superior a la suya;
cuando me considera débil, es cuando él se muestra más débil que yo. Porque ni
los filósofos, ni los maestros, ni mente humana alguna hubiera podido siquiera
imaginar todo lo que eran capaces de hacer unos simples publicanos y
pescadores.
Pensando en esto, decía Pablo: Lo débil de Dios es más
fuerte que los hombres. Esta fuerza de la predicación divina la demuestran los
hechos siguientes. ¿De dónde les vino a aquellos doce hombres, ignorantes, que
vivían junto a lagos, ríos, desiertos, el acometer una obra de tan grandes
proporciones y el enfrentarse con todo el mundo, ellos, que seguramente no
habían ido nunca a la ciudad ni se habían presentado en público? Y más, si
tenemos en cuenta que eran miedosos y apocados, como sabemos por la descripción
que de ellos nos hace el evangelista, que no quiso disimular sus defectos, lo
cual constituye la mayor garantía de su veracidad. ¿Qué nos dice de ellos? Que,
cuando Cristo fue apresado, unos huyeron y otro, el primero entre ellos, lo
negó, a pesar de todos los milagros que habían presenciado.
¿Cómo se explica, pues, que aquellos que, mientras
vivía, sucumbieron al ataque de los judíos, después, una vez muerto y sepultado
se enfrentaran contra el mundo entero, si no es por el hecho de su resurrección,
que algunos niegan, y porque les habló y les infundió ánimos? De lo contrario
se hubieran dicho: “¿Qué es esto? No pudo salvarse a sí mismo, y ¿nos va a
proteger a nosotros? Cuando estaba vivo no se ayudó a sí mismo, y ¿ahora, que
está muerto, nos tenderá una mano? Él, mientras vivía, no convenció a nadie, y
¿nosotros, con sólo pronunciar su nombre, persuadiremos a todo el mundo? No
sólo hacer, sino pensar algo semejante sería una cosa irracional.”
Todo lo cual es prueba evidente de que, si no lo
hubieran visto resucitado y no hubieran tenido pruebas bien claras de su poder,
no se hubieran lanzado a una aventura tan arriesgada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario