Hermanos: Debemos
mirar Jesucristo como miramos a Dios, pensando que él es el juez de vivos y
muertos; y no debemos estimar en poco a Cristo, poco será también lo que
esperamos recibir. Aquellos que, al escuchar sus promesas, creen que se trata
de dones mediocres pecan y nosotros pecamos también si desconocemos de donde
fuimos llamados, quién nos llamó y a que fin nos has destinado y menospreciamos
los sufrimientos que Cristo padeció por nosotros.
¿Con qué pagaremos
al Señor o qué fruto le ofreceremos que sea digno de lo que él nos dio?
¿Cuántos son los dones y beneficios que le debemos? El nos otorgó la luz,
cuando estábamos en trance de perecer nos salvó. ¿Cómo, pues, podremos alabarlo
dignamente o cómo le pagaremos todos sus beneficios? Nuestro espíritu estaba
tan ciego que adorábamos las piedras y los leños, el oro y la plata, el bronce
y todas las obras salidas de las manos de los hombres; nuestra vida entera no
era otra cosa que una muerte. Envueltos, pues, y rodeados de oscuridad, nuestra
vida estaba recubierta de tinieblas y Cristo quiso que nuestros ojos se
abrieran de nuevo y así la nube que nos rodeaba se disipó.
Él se compadeció,
en efecto, de nosotros y, con entrañas de misericordia, nos salvó, pues había
visto nuestro extravío y nuestra perdición y cómo no podíamos esperar nada
fuera de él que nos aportara la salvación. Nos llamó cuando nosotros no
existíamos aún y quiso que pasáramos de la nada al ser.
Alégrate, la
estéril, que no dabas a luz; rompe a cantar de júbilo, la que no tenías
dolores: porque la abandonada tendrá más hijos que la casada. Al decir:
Alégrate, la estéril se refería a nosotros, pues, estéril era nuestra Iglesia,
antes de que le fueran dados sus hijos. Al decir: Rompe a cantar de júbilo, la
que no tenías dolores, se significan las plegarias que debemos elevar a Dios,
sin desfallecer, como desfallecen las que están de parto. Lo que finalmente se
añade: Porque la abandonada tendrá más hijos que la casada, se dijo para
significar que nuestro pueblo parecía al principio estar abandonado del Señor,
pero ahora, por nuestra fe, somos más numerosos que aquel pueblo que se creía
posesor de Dios.
Otro pasaje de la
Escritura dice también: No he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores. Esto quiere decir que hay que salvar a los que pierden. Porque lo
grande y admirable no es el afianzar los edificios sólidos, sino los que
amenazan ruina. De este modo Cristo quiso ayudar a los que parecían y fue salvación
de muchos, pues vino a llamarnos cuando nosotros estábamos ya a punto de
perecer.
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