Existe un sentido
en el que el llamado de Dios será para mí solamente. Dios no llama a grupos; él
llama a individuos para que formen un grupo. Pero el llamado en sí es
indudablemente personal. Debo responder personalmente; no puedo enviar un representante
o sustituto.
Dios llamó a
Abraham “cuando no era más que uno solo” (Isaías 51:2). Ese llamado en
particular llevó a experiencias solitarias: el caminar en la noche bajo las
estrellas, con la promesa de bendición para sus descendientes (Génesis 13:14-18);
el solitario altar de oración donde intercedió por Sodoma (18:22); y finalmente
el solitario caminar hacia el Monte Moriah para sacrificar a Isaac (22:5). Sin
embargo, toda esa soledad lo llevaría a ser aquel en que “todas las familias de
la tierra” (Génesis 12:3) habrían de ser bendecidas.
Esa parece ser una
ley del mundo espiritual, así como del mundo natural: Comienzo solo con Dios, y
termino con muchos. Como dijo George Matheson, “El arroyo se convierte en un
mar”. Jesucristo fue solo a la cruz, fue sepultado solo, y resucitó solo.
Sin embargo, su
soledad fue la semilla que le permitió regresar con un gran ejército de
seguidores. Su generación continuará ensanchándose hasta que finalmente cubra
totalmente la tierra.
La fe es certeza
de algo futuro;
es firme su amor
porque Cristo le guía.
A ciegas le sigue
sin un paso en falso.
Por sierra aislada
y desconocida,
por senda de un
solitario llano.
Tomando la mano
del Padre, el hijo
camina por fe y
con gran alegría.
Sus huellas
alumbran, de pronto se ven
muchos pies
caminando camino de fe.
Gerhard Tersteegen
y LJA:
“Y, por lo tanto,
de uno solo, y estando este muerto en cuanto a estas cosas, nacieron hijos como
las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la
orilla del mar” (Hebreos 11:12).
¿Cómo andas en
este asunto?
Haz los ajustes
necesarios.
Dios te bendiga.
“Como Jesús entendió que iban a venir para
tomarle por la fuerza y hacerle rey, se retiró de nuevo al monte, él solo”
(Juan 6:15)
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