Hace muchos años,
en una víspera de año nuevo, un hombre muy rico que no tenía mujer, hijos, ni
ningún otro familiar, decidió regalar a todos los empleados de su mansión.
A la hora de la
cena, llamó a los empleados y les pidió que se sentaran a la mesa.
Al frente de cada
uno había una Biblia y una pequeña cantidad en dinero.
Después de que
todos se acomodaron, el hombre preguntó: -
Qué prefieren uds. recibir de
regalo:
¿Esta Biblia o
este valor en dinero?
No se queden
tímidos, pueden elegir lo que quieran.
El primero en
manifestarse fue el Celador:
- Señor, me
gustaría mucho recibir la Biblia.
Pero como no
aprendí a leer, el dinero será más útil para mí.
El Jardinero fue
el segundo en hablar:
Señor, mi esposa
está muy enferma y por esta razón tengo más necesidad del dinero.
¡De lo contrario,
elegiría la Biblia, con certeza!
La tercera fue la
Cocinera:
-Señor, yo sé
leer.
Para hablar la
verdad, es una de las cosas que más me gusta hacer.
Pero yo trabajo
tanto que nunca puedo conseguir tiempo ni para ojear una revista, cuanto más
lea la Biblia. Por eso, voy a aceptar el dinero.
Por fin, llegó el
turno del joven que cuidaba de los animales de la mansión. Y como sabía que la
familia del joven era muy pobre, él se adelantó y dijo:
¿¡Es claro que
usted va a escoger el dinero Joven!?
Usted puede
comprar alimentos para hacer una buena cena en su casa, además de comprar unos
zapatos nuevos.
El joven, entonces,
sorprendió a todos con su respuesta:
No sería nada mal
comprar un pavo y otras comidas sabrosas para compartir con mis padres y mis
hermanos.
También necesito
un par de zapatos nuevos, ya que los míos son muy viejos.
"Pero, aun
así, voy a escoger la Biblia". Siempre quise tener una.
Mi madre me enseñó
que la Palabra de Dios vale más que el oro y es más sabrosa que un panal de
miel
Al recibir la
Biblia, el niño inmediatamente la ojeó y encontró dentro de ella dos sobres.
En el primero,
había un cheque con un valor 10 veces mayor que el dinero dejado por el señor
sobre la mesa. En el segundo, había un documento que hacía de aquel que escogió
la Biblia, el heredero de toda la fortuna del hombre rico.
De la emoción del joven
y del espanto de los demás empleados, abrió la Biblia y leyó en voz alta para
que todos oyeran:
"La ley del
Señor es perfecta y revitaliza el alma.
-Los testimonios
del Señor son dignos de confianza, y hacen sabios los inexpertos.
Los preceptos del
Señor son justos, y dan alegría al corazón.
-Los mandamientos
del Señor son puros y traen luz a los ojos.
El temor del Señor
es puro, y dura para siempre.
-Las ordenanzas
del Señor son verdaderas, todas son justas.
Son más deseables
que el oro, que mucho oro puro; Son más dulces que la miel, que las gotas del
panal "(Salmos 19: 7-10)
Que Dios nos dé
sabiduría y nos ayude a hacer elecciones correctas. Amén
Reenvíalo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario