MIRANDO A LA
MUERTE
La relación de un cristiano con la muerte
cambia cuando recibe a Cristo como su Salvador. La muerte reina en la mente del
hombre natural (Romanos 5:14); pero en la mente del creyente comprometido, la
muerte se desvanece en la sombra. Ahora el creyente puede ocuparse con la
“nueva vida e inmortalidad” que han surgido dentro de él por causa del
evangelio (2ª. Timoteo 1:10). Para decir la verdad, la muerte no deja de ser un
hecho, pero sí deja de ser un hecho relevante. Al igual que Cristo, quien
después que murió encontró que la muerte no tenía más poder sobre él (Romanos
6:9), así el creyente, que está en Cristo, encuentra a la muerte débil e
insignificante.
Los griegos solían decir, “un hombre no puede
mirar a la muerte o al sol durante mucho tiempo”. Bastante cierto, pero el
creyente ya no mira a la muerte como una amenaza (o, mejor dicho, ya no
necesita hacerlo). Ahora él posee la vida eterna, que es más que la
inmortalidad. La inmortalidad es la existencia sin fin, el atributo de toda
persona; pero la vida eterna es una relación personal sin fin con Dios, una
cualidad que le pertenece sólo a aquellos que conocen a Dios a través de
Jesucristo. Por lo tanto, ya no tengo que ocuparme con la muerte, sino con la
vida; esto es, con un conocimiento cada vez mayor de Dios que enriquece mi vida
con una abundancia que florecerá por siempre.
Un creyente en Cristo ya tiene las semillas de
la eternidad en su corazón; por lo tanto, no hay necesidad de darle importancia
a la muerte. Después de todo, es sólo una pausa momentánea durante su gozoso
peregrinaje hacia la gloria.
“No fijando
nosotros la vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque
las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas” (2ª.
Corintios 4:18). Una persona que ha pasado toda su vida diciéndole “no” a su yo
y “sí” a Cristo, encontrará que la muerte no le es amenaza. El “no” final a la
muerte ya ha sido satisfecho hace mucho tiempo, y el “sí” final a Cristo será
un salto gozoso de bienvenida hacia la eternidad.
¿Cómo andas en este asunto?
Haz los ajustes necesarios.
Dios te bendiga.
“Jesús le dijo: Yo soy la
resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá. Y todo aquél
que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26).
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