miércoles, 13 de septiembre de 2017

MIRANDO LA MUERTE

MIRANDO A LA MUERTE
 La relación de un cristiano con la muerte cambia cuando recibe a Cristo como su Salvador. La muerte reina en la mente del hombre natural (Romanos 5:14); pero en la mente del creyente comprometido, la muerte se desvanece en la sombra. Ahora el creyente puede ocuparse con la “nueva vida e inmortalidad” que han surgido dentro de él por causa del evangelio (2ª. Timoteo 1:10). Para decir la verdad, la muerte no deja de ser un hecho, pero sí deja de ser un hecho relevante. Al igual que Cristo, quien después que murió encontró que la muerte no tenía más poder sobre él (Romanos 6:9), así el creyente, que está en Cristo, encuentra a la muerte débil e insignificante.
 Los griegos solían decir, “un hombre no puede mirar a la muerte o al sol durante mucho tiempo”. Bastante cierto, pero el creyente ya no mira a la muerte como una amenaza (o, mejor dicho, ya no necesita hacerlo). Ahora él posee la vida eterna, que es más que la inmortalidad. La inmortalidad es la existencia sin fin, el atributo de toda persona; pero la vida eterna es una relación personal sin fin con Dios, una cualidad que le pertenece sólo a aquellos que conocen a Dios a través de Jesucristo. Por lo tanto, ya no tengo que ocuparme con la muerte, sino con la vida; esto es, con un conocimiento cada vez mayor de Dios que enriquece mi vida con una abundancia que florecerá por siempre.
 Un creyente en Cristo ya tiene las semillas de la eternidad en su corazón; por lo tanto, no hay necesidad de darle importancia a la muerte. Después de todo, es sólo una pausa momentánea durante su gozoso peregrinaje hacia la gloria.
“No fijando nosotros la vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas” (2ª. Corintios 4:18). Una persona que ha pasado toda su vida diciéndole “no” a su yo y “sí” a Cristo, encontrará que la muerte no le es amenaza. El “no” final a la muerte ya ha sido satisfecho hace mucho tiempo, y el “sí” final a Cristo será un salto gozoso de bienvenida hacia la eternidad.
 ¿Cómo andas en este asunto?
 Haz los ajustes necesarios.
 Dios te bendiga.
“Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá. Y todo aquél que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26).

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