Escrito está: Juntaos con los santos, porque los que
se juntan con ellos se santificarán. Y otra vez, en otro lugar dice: Con el
hombre inocente serás inocente; con el elegido serás elegido, y con el perverso
te pervertirás. Juntémonos, pues, con los inocentes y justos, porque ellos son
los elegidos de Dios. ¿A qué vienen entre vosotros contiendas y riñas, banderías,
escisiones y guerras? ¿O es que tenemos un solo Dios y un solo Cristo y un solo
Espíritu de gracia que fue derramado sobre nosotros? ¿No es uno solo nuestro
llamamiento en Cristo? ¿A qué fin desgarramos y despedazamos los miembros de
Cristo y nos sublevamos contra nuestro propio cuerpo, llegando a tal punto de
insensatez que nos olvidamos de que somos los unos miembros de los otros?
Acordaos de las palabras de Jesús, nuestro Señor. Él
dijo, en efecto: ¡Ay de aquel hombre! Más le valiera no haber nacido que
escandalizar a uno solo de mis escogidos. Mejor le fuera que le colgaran una
piedra de molino al cuello y lo hundieran en el mar, que no extraviar a uno
solo de mis escogidos. Vuestra escisión extravió a muchos, desalentó a muchos,
hizo dudar a muchos, nos sumió en la tristeza a todos nosotros. Y, sin embargo,
vuestra sedición es contumaz.
Tomad en vuestra mano la carta del bienaventurado
Pablo apóstol. ¿Cómo os escribió en los comienzos del Evangelio? A la verdad,
divinamente inspirado, os escribió acerca de sí mismo, de Cefas y de Apolo,
como quiera que ya desde entonces fomentabais las parcialidades. Mas aquella parcialidad
fue menos culpable que la actual, pues al cabo os inclinabais a apóstoles
acreditados por Dios y a un hombre acreditado por éstos.
Arranquemos, pues, con rapidez ese escándalo y postrémonos
ante el Señor, suplicándole con lágrimas sea propicio con nosotros, nos
reconcilie consigo y nos restablezca en el sagrado y puro comportamiento de
nuestra fraternidad. Porque ésta es la puerta de la justicia, abierta para la
vida, conforme está escrito: Abridme las puertas a la justicia, y entraré para
dar gracias al Señor. Ésta es la puerta del Señor: los justos entrarán por ella.
Ahora bien, siendo muchas las puertas que están abiertas, ésta es la puerta de
la justicia, a saber: la que se abre en Cristo. Bienaventurados todos los que
por ella y enderezaren sus pasos en santidad y justicia, cumpliendo todas las
cosas sin perturbación. Enhorabuena que uno tenga carisma de fe, que otro sea
poderoso en explicar los conocimientos, otro sabio en discernimiento de
discursos, otro casto en su conducta. El hecho es que cuanto mayor parezca uno
ser, tanto más debe humillarse y buscar no sólo su propio interés, sino también
el de la comunidad.
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