Hay algunos cuya simplicidad llega hasta ignorar lo
que es honrado. Esta simplicidad no es la simplicidad de la inocencia, ya que
no los conduce a la virtud de la honradez; pues, en la medida en que no saben
ser cautos por su honradez, su simplicidad deja de ser verdadera inocencia.
De ahí que Pablo amonesta a los discípulos con estas
palabras: Quiero que seáis sabios para el bien y simples para todo mal. Y dice
también: Sed niños sólo en malicia; sed adultos en juicio.
De ahí que la misma Verdad en persona manda a sus
discípulos: Sed prudentes como serpientes y simples como palomas. Nos manda las
dos cosas de manera inseparable, para que así la astucia de la serpiente
complemente la simplicidad de la paloma y, a la inversa, la simplicidad de la
paloma modere la astucia de la serpiente.
Por esto el Espíritu Santo hizo visible a los hombres
su presencia, no sólo con figura de paloma, sino también de fuego. La paloma,
en efecto, representa la simplicidad, y el fuego representa el celo. Y así se
mostró bajo esta doble figura, para que todos los que están llenos de él
practiquen la simplicidad de la mansedumbre, sin por eso dejar de inflamarse en
el celo de la honradez contra las culpas de los que delinquen.
Simple y honrado, temeroso de Dios y apartado del mal.
Todo el que anhela la patria eterna vive con simplicidad y honradez: con
simplicidad en sus obras, con honradez en su fe; con simplicidad en las buenas
obras que realiza aquí abajo, con honradez por su intención que tiende a las
cosas de arriba. Hay algunos, en efecto, a quienes les falta simplicidad en las
buenas obras que realizan, porque buscan no la retribución espiritual, sino el
aplauso de los hombres. Por esto dice con razón uno de los libros sapienciales:
¡Ay del hombre que va por dos caminos! Va por dos caminos el hombre pecador
que, por una parte, realiza lo que es conforme a Dios, pero, por otra, busca
con intención un provecho mundano.
Bien dice el libro de Job: Temeroso de Dios y apartado
del mal; porque la santa Iglesia de los elegidos inicia su camino de
simplicidad y honradez por el temor, pero lo lleva a la perfección por el amor.
Ella, en efecto, se aparta radicalmente del mal, cuando, por amor a Dios,
empieza a detestar el pecado. Cuando practica el bien movida sólo por el temor,
todavía no se ha apartado totalmente del mal, ya que continúa pecando por el
hecho de que querría pecar si pudiera hacerlo impunemente.
Acertadamente, pues, se afirma de Job que era temeroso
de Dios y, al mismo tiempo, apartado del mal; porque, cuando el amor sigue el
temor, queda eliminada incluso aquella parte de culpa que subsistía en nuestro
interior, por nuestro mal deseo.
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