Señor, ¿dónde te hallé para conocerte – porque ciertamente
no estabas en mi memoria antes que te conociese -, ¿dónde te hallé, pues, para
conocerte, sino en ti mismo, lo cual estaba muy por encima de mis fuerzas? Pero
esto fue independientemente de todo lugar, pues nos apartamos y nos acercamos,
y, no obstante, esto se lleva a cabo sin importar el lugar. ¡Oh Verdad!, tú
presides en todas partes a todos los que te consultan y, a un mismo tiempo,
respondes a todos los que te interrogan sobre las cosas más diversas. Tú
respondes claramente, pero no todos te escuchan con claridad. Todos te
consultan sobre lo que quieren, mas no todos oyen siempre lo que quieren.
Óptimo servidor tuyo es el que no atiende tanto a oír de ti lo que él quisiera,
cuanto a querer aquello que de ti escucharte.
¡Tarde te amé, ¡Hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te
buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú
creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti
aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y
clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi
ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y
ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que
procede de ti.
Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, ya no habrá
más dolor ni trabajo para mí, y mi vida será realmente viva, llena toda de ti.
Tú, al que llenas de ti, lo elevas, mas, como yo aún no me he llenado de ti,
soy todavía para mí mismo una carga. Contienden mis alegrías, dignas de ser
lloradas, con mis tristezas, dignas de ser aplaudidas, y no sé de qué parte
está la victoria.
¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí! Contienden
también mis tristezas malas con mis gozos buenos, y no sé a quién se ha de inclinar
el triunfo. ¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí! Yo no te oculto mis
llagas. Tú eres médico, y yo estoy enfermo; tú eres misericordioso, y yo soy
miserable.
¿Acaso no está el hombre en la tierra cumpliendo un
servicio militar? ¿Quién hay que guste de las molestias y trabajos? Tú mandas
tolerarlos, no amarlos. Nadie ama lo que tolera, aunque ame el tolerarlo.
Porque, aunque goce en tolerarlo, más quisiera, sin embargo, que no hubiese qué
tolerar. En las cosas adversas deseo las prósperas, en las cosas prósperas temo
las adversas. ¿Qué lugar intermedio hay entre estas cosas, en el que la vida
humana no sea una lucha? ¡Ay de las prosperidades del mundo, pues están
continuamente amenazadas por el temor de que sobrevenga la adversidad y se esfume
la alegría! ¡Ay de las adversidades del mundo, una, dos y tres veces, pues
están continuamente aguijoneadas por el deseo de la prosperidad, siendo dura la
misma adversidad y poniendo peligro la paciencia! ¿Acaso no está el hombre en
la tierra cumpliendo sin interrupción un servicio militar? Pero toda mi
esperanza estriba sólo en tu muy grande misericordia. ¡Dame lo que me pides y
pídeme lo que quieras!
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