La Sabiduría se ha construido su casa. La Potencia
personal de Dios Padre se preparó como casa propia todo el universo, en el que
habita por su poder, y también lo preparó para aquel que fue creado a imagen y
semejanza de Dios y que consta de una naturaleza en parte visible y en parte
invisible.
Plantó siete columnas. Al hombre creado de nuevo en
Cristo, para que crea en él y observe sus mandamientos, le ha dado siete dones
del Espíritu Santo; con ellos, estimulada la virtud por el conocimiento y
recíprocamente manifestado el conocimiento por la virtud, el hombre espiritual
llega a su plenitud, afianzando en la perfección de la fe por la participación
de los bienes espirituales.
Y así, la natural nobleza del espíritu humano queda
elevada por el don de fortaleza, que nos predispone a buscar con fervor y a
desear los designios divinos, según los cuales ha sido hecho todo; por el don
de consejo, que nos da discernimiento para distinguir entre los falsos y los
verdaderos designios de Dios, increados e inmortales, y nos hace meditarlos y
profesarlos de palabra al darnos la capacidad de percibirlos; y por el don de
entendimiento, que nos ayuda a someternos de buen grado a los verdaderos designios
de Dios y no a los falsos.
Ha mezclado el vino en la copa y ha puesto la mesa. Y
en el hombre que hemos dicho, en el cual se hallan mezclados como en una copa
lo espiritual y lo corporal, la Potencia personal de Dios juntó a la ciencia
natural de las cosas el conocimiento de ella como creadora de todo; y este
conocimiento es como un vino que embriaga con las cosas que atañen a Dios. De
este modo, alimentando a las almas en la virtud por sí misma, que es el pan
celestial, y embriagándolas y deleitándolas con su instrucción, dispone todo
esto de manera de alimentos destinados al banquete espiritual, para todos los
que desean participar del mismo.
Ha despachado a sus criados para que anuncien el
banquete. Envió a los apóstoles, siervos de Dios, encargados de la proclamación
evangélica, la cual, por proceder del Espíritu, es superior a la ley escrita y
natural, e invita a todos a que acudan a aquel en el cual, como en una copa,
por el misterio de la encarnación tuvo lugar una mezcla admirable de la naturaleza
divina y humana, unidas en una sola persona, aunque sin confundirse entre sí. Y
clama por boca de ellos: El insensato, que venga a mí. El insensato, que piensa
en su interior que no hay Dios, renunciando a su impiedad, acérquese a mí por
la fe, y sepa que yo soy el Creador y Señor de todas las cosas.
Y dice: Quiero hablar a los faltos de juicio: Venid,
comed mi cuerpo, que es el pan que os alimenta y fortalece; bebed mi sangre,
que es el vino de la doctrina celestial que os deleita y os diviniza; porque ha
mezclado de manera admirable mi sangre con la divinidad, para vuestra
salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario